
Antonio de Alloytiz y el retablo mayor de la Antigua (I)

Antonio de Alloytiz y los retablos mayores de la Antigua de Orduña (Vizcaya) y Santa María de Azkoitia (Guipúzcoa). Una traza del Hermano Bautista.
Mucho de nuestro patrimonio mueble no ha llegado hasta hoy debido a una gran diversidad de circunstancias y sólo en algunas ocasiones extraordinarias podemos recuperar algunos de estos elementos para la memoria histórica. Este es el caso que aquí presentamos, donde la documentación archivística ha permitido, por un lado, reconstruir todas las vicisitudes que, a partir de 1663, experimenta la construcción del desaparecido retablo mayor de Nuestra Señora de la Antigua en Orduña y, por otro, contemplar la traza del Hermano Bautista tomada como modelo para la realización de esta obra y que es la misma que se empleó para levantar el que preside la iglesia de Santa María de Azkoitia (Guipúzcoa). Toda esta substanciosa información nos la ha proporcionado un reñido pleito que llegó hasta las más altas instancias judiciales. Su detallada descripción de los hechos nos ha dado a conocer no sólo aspectos técnicos y estilísticos, sino también diversas realidades sociales y culturales de la vida de nuestros artistas, como sus disputas profesionales y personales. Unos conflictos atemporales e inherentes a la condición humana que revelan cómo nuestros instintos más básicos apenas han cambiado a lo largo de la historia: envidias, rencillas personales y competencias profesionales entre artistas y patronos se ven reflejados con claridad en estos litigios.
Nuestra intención en este artículo es estudiar la intervención del arquitecto y escultor vizcaíno Antonio Alloytiz en el retablo mayor del citado santuario orduñés, una de las últimas obras contratadas por él antes de su muerte acaecida en Valladolid a finales de
1667 o principios de 1668. El perfil humano y artístico de este artífice ha sido estudiado y sistematizado por Zorrozua Santisteban y Vélez Chaurri, que han podido establecer que se trata de uno de los maestros vizcaínos más destacados del momento, con obras documentadas en Álava, Burgos, Cantabria, Guipúzcoa y Vizcaya.
Aunque originario de la anteiglesia de Murueta, parece que pudo formarse en la provincia de Burgos al amparo de su familia y artistas cántabros del taller de Liendo.
Su prestigio profesional queda de manifiesto en su amplia producción y en el puesto de veedor de obras que ostentó en el obispado de Calahorra-La Calzada. Sus viajes a Madrid y Valladolid y su relación con maestros de primera línea como Pedro de la Torre, Bernabé Cordero y Francisco Fremín nos confirman una vez más la importancia de este arquitecto y escultor en el ámbito vasco. Sus primeras obras en las localidades burgalesas de Marmellar de Arriba (1637), San Martín de la Huerta Arriba (1637) y Villalba de Losa (1638) ponen de manifiesto su inicial afinidad con las formas romanistas de las que se irá desvinculando. Sus primeros contactos con los modelos clasicistas de la mano de los importantes maestros castellanos citados le convertirán en su principal difusor en tierras vizcaínas y alavesas. Desde el punto de vista escultórico se trata igualmente de uno de los principales seguidores y difusores en el País Vasco de la estética y modelos creados por Gregorio Fernández, algo que ya puso de manifiesto en su día la profesora García Gainza.
Su producción es amplia y constante desde 1640, año en el que Pedro de la Torre daba la traza para el retablo mayor de la basílica de Santa María de Begoña en Bilbao ejecutado finalmente por Alloytiz y sus colaboradores. La repercusión de esta obra le recompensará a nivel laboral, pues a partir de este momento trabaja en Mañaria (1641), en dos laterales de la catedral de Santiago en Bilbao, trazados por Bernabé Cordero (1642), en el que realizó para Juan de Garay en Santillana (Cantabria, 1649) y en los mayores de Santa María de Errigoiti (1649), Santa María de Amorebieta (1651), San Juan de Gordexola (1653), Santiago de Yurre (Álava, 1656) y Santa María de Azkoitia con traza del jesuita Francisco Bautista de Medina (1660). Este mismo año diseña los retablos colaterales de la iglesia de Andra Mari en Galdakao, realizados por Pedro de Alloytiz, y se le atribuye el retablo de la Inmaculada de Santa María en Orduña.
Termina su carrera profesional con su intervención en Nuestra Señora de la Antigua en Orduña (1663), San Juan de Azkoaga (Álava, 1664), varios laterales en San Antón de Bilbao (1664) y el principal de San Juan Evangelista en Ciriano (Álava, 1665). Es muy probable, como apuntan Vélez y Zorrozua, la participación en estas obras de Pedro de Alloytiz y de otros escultores, principalmente José de Palacio Arredondo.
Comentada la producción y la trascendencia profesional de Antonio Alloytiz es el momento de estudiar con detalle su intervención en el retablo mayor del santuario de la Antigua en Orduña. La magnitud de esta obra queda de manifiesto en su remate, realizado el día 26 de julio de 16635, pues a él acudieron, entre otros, algunos de los más destacados maestros vizcaínos del momento. La puja se hizo ante los mayordomos de la
cofradía de Nuestra Señora, comenzó en 3.000 ducados y se mantuvo hasta la tercera vela. Estuvieron presentes los arquitectos Antonio de Alloytiz, Juan de Bolialdea, Martín de Arana, Juan de Azcúnaga y Pedro de Albiz; los escultores Pedro de Alloytiz, Pedro de Oqueluri y Blas de Helguero, y los canteros Juan de Ansola y Juan de Ormaechea. Tras una reñida puja la obra quedaba adjudicada a Antonio Alloytiz en 800 ducados. Dos días
después Alloytiz y su fiador, Juan de Ansola Ibarguren, firmaban la obligación con los mayordomos de la expresada cofradía. Se establecía que el retablo se tenía que hacer en el plazo de un año y una vez terminado debía ser revisado por maestros peritos. El pago se realizaría en los habituales tres plazos gracias, entre otras donaciones, a la aportación de setenta y cinco doblones que habían hecho los capitanes residentes en Indias Juan de Urdanegui[1] y Esteban de Ripacho.
A las condiciones se incorpora una traza, en la parte posterior de la cual se informa que pertenece al retablo mayor de Santa María de Azkoitia y está firmada en abril de 1660; se especifica que es la elegida para el altar mayor del santuario de la Antigua en Orduña y se vuelve a firmar el día del remate de éste. Como se puede comprobar es un magnífico diseño, bastante bien conservado, de gran formato y coloreado en algunas partes. La calidad de la traza es evidente y corrobora el nivel del diseñador, pues sabemos que procedía de Madrid y fue ideada por el padre Francisco Bautista de Medina, tracista del Colegio Ymperial de la Compañía de Jesús de la expresada villa9. Junto al diseño del conjunto aparece también dibujada una paloma de la que parten una serie de filacterias que llevan escritas algunos fragmentos del Credo en latín y que quizás se tratase de una decoración destinada al interior de la cúpula de la custodia trazada por el arquitecto jesuita.
Como refleja el dibujo, y con algunas variantes, su realización material que podemos observar en la citada parroquia guipuzcoana es un retablo de tipo cascarón que sigue los modelos cortesanos del momento, con un solo cuerpo dividido en tres calles por columnas gigantes, de fuste ondulado (culebreadas) y orden compuesto, que en la traza aparecen sin estrías, disponiéndose en la calle central un gran templete eucarístico.
En las hornacinas laterales aparecen cuatro imágenes correspondientes a los padres de la Virgen, San José y San Juan Bautista, aunque situadas en un lugar distinto al planteado en la traza. En los netos del alto banco sobre el que descansa el conjunto se disponen las tallas de los doce Apóstoles que, si bien se citan en el contrato de ejecución, no aparecían reflejados en el diseño. La media naranja del ático está actualmente presidida por la figura de la Asunción de Nuestra Señora porque, según las condiciones de la escritura de obligación, el Calvario diseñado por el Hermano Bautista debería ser sustituido por una assumpcion de escultura mui vien acavada con todo su trono y ángeles flanqueada por las tallas de los Cuatro Padres de la Iglesia y coronada por un Padre Eterno. Éste hoy es suplido por una pintura de la Santísima Trinidad que, al igual que el resto de las visibles en el remate (conformando un coro celestial), es un añadido derivado de la restauración experimentada por el retablo tras el incendio sufrido por éste a principios del siglo XX.
Esta obra fue contratada por Alloytiz el 2 de abril de 1660 y, como hemos indicado, obedece a un diseño claramente relacionado con el denominado «retablo madrileño» desarrollado, entre otros, por los ya mencionados Pedro de la Torre y Francisco Bautista que son algunos de los principales encargados de introducirlo en el País Vasco. Una tipología de retablo que, como apuntan Martín González o Vélez Chaurri, se caracteriza por el uso de un solo orden gigante, con ático en forma semicircular o de cascarón, una planta movida como consecuencia del avance y retroceso de las calles y la presencia de una abundante decoración de carácter vegetal con, por ejemplo, tarjetas, festones de frutos, cogollos y florones. Este tipo de estructura posibilita además la presencia de otros elementos novedosos, como el camarín que Alloytiz ya empleó en Begoña y repite en el ejemplo orduñés o la existencia de imponentes templetes expositores como el visible en Azkoitia que se convierte en el elemento focal del retablo por lo que las condiciones de su contratación insisten en su trascendencia. Es un manifestador de planta semihexagonal que remite, por su importancia, a los retablos-baldaquino realizados por el Hermano Bautista en la iglesia de las Bernardas de Alcalá de Henares (c. 1620) y, posteriormente en la capilla del Cristo de los Dolores de la Venerable Orden Tercera de Madrid (1664). La categoría y magnitud concedida al tabernáculo lo convierten, por tanto, en un retablo destinado a la exaltación de la Eucaristía.
Por otro lado, hay que señalar que la decoración presente en Azkoitia no es excesiva, pues no llega a ocultar la mazonería y se corresponde con la referida más arriba, de carácter naturalista y constituida por grandes tarjetas de hojas carnosas, colgantes de frutos, modillones y otros motivos vegetales. Finalmente, el estilo de las esculturas que pueblan el conjunto es el que de forma habitual encontramos en Alloytiz y que entronca
directamente con la escultura castellana derivada del escultor Gregorio Fernández. Así, comprobamos que se trata de figuras que portan los característicos pliegues metálicos y el usual tratamiento de los cabellos del maestro de origen gallego, como es particularmente visible en la imagen de la Asunción. Pese a estos rasgos es necesario precisar que, en general, las tallas presentan unas actitudes y rostros muy esteriotipados.
Fernando R. Bartolomé García y Julen Zorrozua Santisteban
[1] Juan de Urdanegui (Orduña, 1619-Lima, 1682), marqués de Villafuerte, perteneció a una influyente familia orduñesa, llego a ser almirante y general de El Callao en la Armada del Mar del Sur, alcalde ordinario de Lima y alguacil mayor de la Inquisición. Fue, junto a su mujer Constanza de Luján y Recalde, fundador del Colegio de los Padres Jesuitas en Orduña, orden en la que ingresó pocos días antes de morir. Sobre este mecenas encontramos más información en Portilla, M., Catálogo Monumental Diócesis de Vitoria, tomo vi, Vitoria, 1998, pp. 654, 706, 710-712.