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Un confesor euskaldun en Orduña (1810)

Un confesor euskaldun en Orduña (1810)

En el contexto de la ocupación francesa y el nombramiento de José, el hermano de Napoleón Bonaparte, como rey de España, a lo que siguió la llamada Guerra de la Independencia, el 8 de febrero 1810 fue nombrado gobernador de Bizkaia un tal Pierre Thouvenot. Bajo este gobierno quedaba no solo el Señorío de Bizkaia sino también las provincias de Araba y Gipuzkoa. Fue la primera vez en la historia que los tres territorios vascos estuvieron unidos bajo un mismo gobierno.

El control de los gobiernos provinciales por parte de los franceses motivó numerosos cambios ya que, por primera vez, se tomaron ciertas medidas liberalizadoras. Uno de los principales campos de acción fue la situación de la Iglesia: se investigó acerca de los diezmos, los patronatos, los beneficiados que había en cada parroquia, etc.

Por ello, en la primavera de 1810 la ciudad de Orduña remitió al Consejo de Provincia de Bizkaia varios informes sobre la situación del clero en dicho lugar. Uno de ellos consistía en una relación de 9 “ex religiosos” que residían en la ciudad y se realizó el 3 de mayo de 1810. La mitad de los mismos eran naturales de la misma ciudad y residentes en ella en aquel momento, si bien tenían plaza en conventos de otros lugares. El resto eran religiosos pertenecientes al convento de San Francisco de Orduña, de origen vizcaíno excepto un alavés de Bóveda.

Uno de ellos era Juan de Zorroza, natural de Morga de 28 años y Lector de Moral en el citado convento de San Francisco. De este sacerdote se dice que tenía licencia del Corregidor y Diputados Generales que fueron del Señorío para residir en esta ciudad y “confesar en Bascuenze por no haber otro que sepa dho Ydeoma”.

En primer lugar, deducimos que, cuando afirma que no hay otro que supiera euskera, se refiere a los sacerdotes que ejercían como tales en la ciudad y no a la totalidad de religiosos de la ciudad, ya que se antoja improbable que sus compañeros vizcaínos del convento, naturales de Garai y Durango, no supieran euskera.

¿Quiénes eran aquellos sacerdotes que desconocían la lengua vasca? Por aquel entonces, según se dice en otra relación, en Orduña había 14 beneficiados, 8 de entera ración y 6 de media. El Beneficiado era el sacerdote que percibía rentas de una iglesia concreta, aunque no servía en ella necesariamente, pues podía delegar en un vicario. Los 14 tenían asignada la “cura radical” de almas, es decir, las funciones habituales de un párroco o sacerdote, pero en 1810 solo lo ejercían tres: Manuel de Herrán Baquedano, Marcos de Mendibil Bardeci y Rufino de Gabiña Ayo, todos naturales de la misma ciudad de Orduña.

La mitad de los beneficiados no ejercían la cura de almas debido a su avanzada edad o ciertas indisposiciones pero ayudaban en lo posible en el quehacer diario de la vida espiritual de la ciudad. Eran Agustín de la Torre Elexaga, Bernardo Cristobal Jiménez Bretón, Juan Maria de Barcena Aldama, Andres Joseph de Oribe Landa, Jose Felix de Landa, Cayetano Leal de Ibarra y Norberto de Murga.

Finalmente, los cuatro beneficiados restantes estaban fuera de la ciudad, atendiendo en cargos más importantes, por lo que ejercían por ellos los capellanes Manuel de Furundarena Zubiaga, Galo José de Mendivil Amirola, Vicente de Echeguren y Manuel de Bringas.

Recapitulando el texto mencionado, el franciscano José de Zorroza tenía licencia para confesar en euskera a los feligreses orduñeses porque no había ningún sacerdote en su parroquia que lo supiera. Por lo tanto, debemos entender que ni los tres beneficiados que ejercían la cura de almas ni los capellanes sustitutos conocían la lengua vasca. Los beneficiados ancianos que ya no ejercían quizá están excluidos de esta afirmación por no realizar ya su función de confesores.

Este dato apunta en un doble sentido. Por un lado, que el euskera no era lengua común en la ciudad a mediados del siglo XVIII, momento en que los citados sacerdotes nacieron en ella. Algunos de ellos eran de familias procedentes de localidades próximas que continuarían siendo euskaldunes por aquel entonces pero no habrían transmitido la lengua a sus hijos ya nacidos en Orduña. Recordemos también que aquellos hermanos sacerdotes de Luiaondo que en 1817 protestaban porque habían llegado frailes que predicaban en euskera (lengua que, según ellos, era desconocida por muchos mientras que eran pocos los que no sabían castellano), Juan Pablo y Canuto de Olamendi Marcuartu, habían nacido en 1785 y 1787 en la ciudad de Orduña de padres naturales de Lendoñogoiti y Luiaondo y, al parecer, desconocían el euskera.

Por otra parte, el hecho de que se concediese licencia a un fraile francisco para que confesase en euskera en la ciudad nos muestra la necesidad de dicho servicio: en 1810 habría en Orduña gente que solo podía ser escuchada en confesión en euskera, ya que de lo contrario no se habría pedido licencia alguna. ¿Eran exclusivamente foráneos los que tenían esta necesidad o también algunas familias locales mantenían el euskera como lengua materna y única? Hemos visto cómo los sacerdotes, naturales de la misma ciudad y nacidos en familias de clase media-alta, no conocían el idioma. Es posible que familias locales de baja extracción social conservaran la transmisión del idioma en la misma ciudad y probablemente el euskera seguía vivo en alguna de las zonas rurales en jurisdicción de la ciudad, pero posiblemente la presencia de vizcaínos y guipuzcoanos en la ciudad, así como de individuos de las zonas alavesas más próximas donde aún se hablaba euskera, sea un factor explicativo de primer orden para ello.

FUENTE: Archivo Foral de Bizkaia: Administración de Bizkaia: Gobierno y Asuntos Eclesiásticos, AJ00190/004

www.cronicasdelaltonervion

 

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