
Breve historia del Alto Nervión: los siglos oscuros (VI-VII)

Los siglos VI y VII constituyen la “edad oscura” por excelencia de nuestra historia, debido a la escasez de testimonios escritos y arqueológicos, lo cual es generalizado en Europa Occidental. Ello es especialmente cierto en el Alto Nervión. El único asentamiento tardoantiguo que conocemos es el yacimiento romano de La Encina (Artziniega), datado entre los siglos IV y VI.
De todos modos, merece la pena dedicarle un espacio a este periodo histórico que ha sido objeto de enconados debates y polémicas en los últimos tiempos.
La mayoría de asentamientos romanos del área vasca se despoblaron en los dos últimos siglos del Imperio o, en todo caso, redujeron notoriamente su población. La crisis del siglo III provocó cambios notables, a consecuencia de los cuales en la Euskal Herria mediterránea, en los siglos IV y V proliferaron las villae rurales. Pero también se volvieron a ocupar numerosas cuevas como lugares de habitación en ambas vertientes.
Los años finales del Imperio estuvieron caracterizados por la conflictividad social, los grandes movimientos de los pueblos germánicos y la pérdida de poder de los poderes imperiales. No parece que las invasiones germánicas tuvieran mucha incidencia en Euskal Herria.
En este contexto, según la tesis tradicionalmente aceptada, se habría producido toda una reordenación del territorio y de las estrategias socioeconómicas, de modo que la población habría optado por intensificar el aprovechamiento ganadero. Se habrían instalado en otros lugares, posiblemente poblados efímeros e itinerantes aunque dentro de un espacio comarcal bien definido. Esa sería la razón por la que la arqueología no ha encontrado lugares de habitación nuevos de los siglos VI y VII. También se ocuparon cuevas e incluso castros abandonados. En nuestra comarca, es posible que algunos de los materiales altomedievales hallados en cuevas y dólmenes pertenezcan a este periodo pero no se sabe con seguridad.
A principios del siglo VI, los visigodos fueron empujados a la Península Ibérica tras su derrota a manos de los francos y fundaron el reino de Toledo. Los visigodos se propusieron controlar toda la Península, para lo cual habrían de conquistar el reino suevo en Galicia y los territorios que el Imperio Bizantino consiguió en el sur, pero también la franja norte, que habría escapado al gobierno de las entidades que aspiraban a coger el relevo del Imperio de Roma.
Los cronistas visigodos ya no hablarán de várdulos, caristios y autrigones, sino únicamente de vascones para definir a todos los habitantes de la actual Euskal Herria.
Situados entre dos pujantes poderes como el reino franco y el visigodo, en ese espacio de frontera, los vascones se opusieron a la ocupación, a diferencia de lo ocurrido frente a Roma. Los visigodos (cuyos reyes nunca usaron la frase “domuit vascones” en sus epitafios, ni una sola vez) consiguieron controlar Pamplona en algunas épocas, fundaron Olite y un lugar llamado Victoriaco, como avanzadillas frente a las incursiones vasconas. Respecto a la localización de Victoriaco, se ha especulado con su ubicación en Vitoria-Gasteiz o Bitoriano (Zuia) pero no hay ningún indicio de que ello fuera así. Todavía en el año 711 el rey Rodrigo cercaba Pamplona cuando fue informado de la invasión musulmana de la Península Ibérica y tuvo que volver grupas hacia el sur.
En las últimas décadas, se han descubierto una serie de necrópolis de estos siglos que han transformado nuestro conocimiento de la época. La primera en excavarse fue Aldaieta (Ulibarri-Ganboa) pero se han encontrado necrópolis similares en puntos tan alejados como San Martín de Finaga (Basauri), Ereñozar, el centro de Navarra, etc.
Estos enterramientos reflejan la existencia de una sociedad más avanzada de lo que se creía, es decir, no responden a grupos dedicados al pastoreo o anclados en comportamientos arcaicos prácticamente prerromanos. Por el contrario, los arqueólogos han sacado a la luz una sociedad estratificada, con ciertos niveles de prosperidad, encabezada por una élite de guerreros que eran sepultados con ricos ajuares en los que destacaban sus propias armas, según la moda y usos propios de los francos. En otras palabras, la población del área vasca de los siglos VI-VII, tanto en Finaga, en Aldaieta como en Navarra, mostraba unas características similares en sus costumbres funerarias, unas costumbres que remiten al ámbito franco-aquitano, no al visigodo.
Estos descubrimientos han revitalizado la teoría de la “vasconización tardía”, que en realidad no es una teoría única sino que cuenta con diversas variaciones. No es este el lugar apropiado para entrar en una exposición detallada de este debate que ha hecho correr ríos de tinta, por lo que trataremos de resumir la cuestión lo mejor posible.
La vasconización tardía supone que en las actuales provincias vascas no se habló euskera hasta los siglos VI-VII, momento en el que se habría producido un corrimiento de población aquitana a esta zona. En consecuencia, várdulos, caristios y autrigones habrían sido tribus de etnia y lengua indoeuropea, bien célticas o de un sustrato anterior originado durante el Bronce Final. Por cierto, ya que el Alto Nervión se integraría en territorio autrigón, es preciso señalar que la mayoría acepta el carácter indoeuropeo de este pueblo, si bien hay más dudas respecto a várdulos y caristios.
El debate en torno a esta teoría ha estado viciado por motivaciones ideológicas pero no es un planteamiento descabellado en absoluto. Todo lo contrario: cuenta con buenos fundamentos.
Es un hecho la gran concentración de epígrafes protovascos hacia el siglo I en Aquitania, en torno a la actual ciudad de Bagneres de Luchon. Y es un hecho que la mayor parte de testimonios epigráficos y toponímicos en las actuales provincias vascas son, en su mayoría, indoeuropeos. Se puede objetar que una antroponimia indoeuropea no tiene por qué ser sinónimo de pertenencia a la misma etnia, del mismo modo que hoy muchos tenemos nombres hebreos, germánicos o anglosajones sin pertenecer a esas etnias y culturas. No hay que olvidar tampoco que existen testimonios de protoeuskera en territorio vascón e incluso más allá del Ebro en la misma época, frente a los que defienden que los vascones también fueron euskaldunizados en la Alta Edad Media.
Los descubrimientos arqueológicos del “fenómeno Aldaieta” han sugerido la existencia de una unificación, al menos cultural, en Euskal Herria en los siglos VI-VII, y su vinculación al Reino Franco de los merovingios. Los defensores de la vasconización tardía consideran que ésta es la prueba definitiva que secunda su teoría. Además, refuerzan su argumento con la teoría de Koldo Mitxelena según la cual la dialectización del euskera se produjo a partir de una unificación datada hacia el siglo VI, por lo que nada tendrían que ver con la distribución de las tribus prerromanas, ya que los límites de los dialectos del euskera coinciden en parte con los territorios de aquellas. Este era uno de los principales argumentos de los que defienden la “vasquidad” de las tribus prerromanas; pero también hay quienes consideran que la unificación de la que hablaba Mitxelena se habría producido sobre un sustrato protovasco previo. Como se puede ver, hay teorías para todos los gustos.
Este es un tema complejo en el que nada se puede dar por definitivo. Ambas posiciones deben ser consideradas, investigadas y analizadas, sin rechazar ninguna hipótesis por el momento.
En mi opinión, la teoría que promulga un desplazamiento efectivo de población desde Aquitania hasta las provincias vascas, incluida Navarra, tal y como se enunció en el programa televisivo Una Historia de Vasconia, no parece muy verosimil. En primer lugar, los estudios genéticos afirman que los difuntos hallados en las necrópolis del VI-VII eran indígenas, vinculados a las poblaciones cantábricas y no a las norpirenaicas. Tampoco existen testimonios de una migración de semejante calibre (la extensión del etnónimo “vascones” no es argumento suficiente porque hay otras causas que lo explican) y además ello obligaría a explicar a dónde fueron los naturales de este lugar (algunos argumentan que a Castilla, razón por la cual la Crónica de Alfonso III decía que su antiguo nombre era Bardulia).
Los propios arqueólogos que han estudiado estas necrópolis creen que nos encontramos ante una población indígena que había adoptado una cultura material y funeraria a la franca. Quizá fue la aristocracia guerrera la que se desplazó exportando sus armas, costumbres funerarias, lengua, etc. dando lugar así a este escenario de “unificación”.
Es decir, considero que la vasconización tardía, de haberse producido, no fue un movimiento migratorio, sino un proceso de aculturación de los territorios vascos occidentales auspiciado por unas élites vasconas que aprovecharon el vacío de poder dejado por Roma para controlar nuevos territorios que alcanzaron un cierto grado de unificación cultural, y quizá político, entre los reinos franco y visigodo.
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