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ASUNTOS ECLESIÁSTICOS

ASUNTOS ECLESIÁSTICOS

En el siglo IX el obispo d. Sebastián escribió que Alaba, Bizcaya, Orduña y Alaón se hallaban poseí­das por sus naturales y no fueron conquistadas o libertadas por Alonso el Católico. Orduña y sus contornos se encontrarí­an incluidos en el obispado de Calahorra, y en las hermandades de Oca y Valpuesta, sucesivamente. El recuerdo que Llorente hace de la donación de d. Lope Sánchez de todas las poblaciones del valle de Orduña a San Millán en 1075, no tiene lugar adecuado aquí­ por lo mismo que ese valle no pertenecí­a entonces a Vizcaya, era de señorí­o distinto del que disfrutaba d. Iñigo López. En el siglo XI radicó el señorí­o de Orduña en los hijos de d. Sancho López, Lope Sánchez y Diego Sánchez.  Esta rama aparece poseyendo muchas propiedades entre otros lugares en Orduña, así­ que Lope Sánchez dona a San Millán entre otros, los manzanales de todas las posesiones que tení­a en el valle de Orduña. Luego aparecen sus hijos[1]. En 1296 aparece la 1ª noticia de comunidad religiosa de mujeres en Bizcaya, y es la referente a las Clarisas de Orduña, quienes pidieron a la Santa Sede se las diese la iglesia de Santa Marí­a la Vieja de dicha localidad, abandonada hací­a más de medio siglo, y en donde podí­an edificar cómodamente un monasterio, en el cual se recogiesen las beatas que viví­an con hábito de monjas y bajo el instituto de la orden de Santa Clara en la iglesia referida.  Bonifacio VIII viendo bien la iniciativa concedió el permiso solicitado a las citadas beatas para siempre jamás, observándose la regla de Urbano IV y viviendo en clausura. Si la fundación se efectuó no es cosa que se sepa porque de este monasterio no quedan después noticias, pero lo histórico es que en ese tiempo viví­an en Orduña beatas de Santa Clara. El capellán d. Juan Pérez (o Juan Martí­nez) de Orduña, abad de Santander, fue testigo del rey d. Pedro ¿rey de Aragón? Para testificar que este estaba casado secretamente con otra señora ya fallecida, antes de contraer matrimonio con doña Blanca. El concejo de la ciudad de Orduña cedió en este año, 1467, a los religiosos observantes de San Francisco la ermita de Santa Marina, extramuros, para que fundasen un convento, como se efectuó. En él permanecieron los frailes hasta 1536, año en el que se trasladaron al interior de la ciudad. El que dejaron lo ocuparon unas religiosas franciscanas también. El  matrimonio formado por Bernardino  de Echagoyen  junto con su mujer Catalina de Lequeitio, construyó la capilla de Santi Spiritus en Santa Marí­a de Orduña y en el testamento que Bernardino otorgó el 24-5-1555 por testimonio de Pedro Martí­nez de Zaballa, escribano de número de Orduña. En 1542-1543 nació en la provincia de Chiapa, reino de Guatemala, un oriundo de Orduña: Fº de Salcedo y Arbieto, hijo del capitán Juan de Orduña, uno de los primeros pobladores y conquistadores de Chiapa, que se avecindó en Ciudad Real. Su madre, también orduñesa, d. Clara Hurtado de Arbieto.  Ambos bautizados en Orduña.  Tuvieron tres hijos. El que fue fray Francisco, se distinguió por su conocimiento de las lenguas mejicanas, zotzil, la kezchiquez o guatemalteca, la quiché o antlanteca y la tzutuil o ariteca. La primera desde niño, las otras con el trato y el estudio. A los 30 años de edad abrió cátedra de ellas en el convento de Guatemala por encargo de la real audiencia de la ciudad, y para aprovechamiento de sus discí­pulos escribió las gramáticas de cada una de ellas y sus diccionarios respectivos. Ocupó el cargo de guardián provincial de la orden  y recorrió evangelizando muchos y distantes pueblos.  Murió en Noviembre de 1600 en el convento de Ciudad Real, lugar de su nacimiento. En s. XVI las iglesia de San Juan y la de Santa Maria eran atendidas por 18 beneficiados (El cargo de beneficiados en las iglesias, era habitualmente ocupado por miembros de las familias importantes  que debido al sistema de herencia imperante, habí­an de suplir las rentas familiares, con otra fuente de ingresos, en el caso de los segundones), doce de ración entera y seis de media, que constituí­an el Cabildo Eclesiástico, de cuyo mantenimiento se encargaba la ciudad como patrona que era de sus iglesias, administrando el Regimiento sus actividades. (En estos siglos ocupado por personas de la oligarquí­a local). Entre 1581 y 1588 la ciudad pide que el número de beneficiados aumente, mientras que el cabildo pide que se reduzca, estableciéndose finalmente un número de 14. En estos años la ciudad pagara a los curas del convento de San Francisco las misas que estos celebren. En estos años el protagonismo de los nuevos conventos de Santa Clara y San Francisco parece consolidarse (recibieron importantes donaciones y fundaciones por parte de las gentes pudientes de la ciudad y de fuera de esta, fundamentalmente de originarios orduñeses en tierras americanas), a los que se habí­an opuesto con vehemencia los miembros del Cabildo Eclesiástico, quienes veí­an en estas organizaciones una amenaza a sus funciones y por tanto a sus ingresos. Las sospechas del Cabildo pronto se convirtieron en realidad, y las fundaciones e inversiones en las iglesias de la ciudad descienden de una manera muy notable. En años anteriores, la ciudad, patrona de sus iglesias, ermitas y conventos, ejercí­a un eficaz control económico sobre dichas entidades.  El poder económico logrado por estos nuevos conventos les permite actuar con cierta autonomí­a, y en ciertos casos hasta con impunidad. El  s. XVII se inicia bajo el endeudamiento de gran parte de la población, lo cual provoca una continuada perdida de la  propiedad por parte de sus habitantes. En esta difí­cil situación los particulares se verán sustituidos por las comunidades religiosas de la ciudad, principalmente sus conventos y en menor medida, el Cabildo Eclesiástico y las cofradí­as, unas entidades que demostraran su fortaleza y poder económico concediendo créditos, comprando tierras para añadirlas a las que ya poseí­an por diferentes donaciones particulares,  y poniéndolas en arrendamiento para seguir consiguiendo beneficios de ellas. Esto vení­a precedido de los siglos anteriores, en que dado el carácter que imprimí­a la religión en los vecinos, habí­a muchos de estos que al fallecer dejaban o donaban sus propiedades a las entidades religiosas existentes en la ciudad,  que no eran pocas. Estos centros además se vieron beneficiados con donaciones y cesiones de particulares orduñeses  llegadas desde América, y encontramos referencias a la inversión de sus crecientes bienes, imponiendo censos a particulares y adquiriendo nuevas propiedades. Se transformarán así­ en unidades de notable poder económico.  En estos tiempos y dadas las circunstancias, los conventos orduñeses se presentaban como los centros de mayor poder en ese sentido, desbancando incluso a los particulares más notables de la ciudad; los religiosos imponen así­ los beneficios obtenidos por donaciones y estipendios en créditos, que durante el s. XVII rentaban un 5%, con lo que su patrimonio seguí­a aumentando.  Incluso el Regimiento de la ciudad solicitara créditos a estas instituciones obligados por el continuo desajuste de las cuentas municipales.

En cualquier caso, estas congregaciones tampoco quedaron al margen de la difí­cil situación que vivieron los vecinos orduñeses en estas difí­ciles décadas, puesto que veí­an como sus ingresos disminuí­an, aparte de las dificultades que se encontraban para cobrar a sus deudores[2]. En 1541 el diocesano de Calahorra visitó el Señorí­o de Bizcaya,  y en Orduña consagró la iglesia de san Juan de la plaza, la mayor de Santa Marí­a y las purificó por haber servido de viviendas a muchas familias que quedaron desamparadas y sin hogar por el incendio.  Otro tanto hizo en el santuario de Nª Señora de la Antigua y otras ermitas. Juan Martí­nez, hijo del orduñés d. Juan Martí­nez floreció hacia 1570 en la provincia española de Guatemala por su saber y celo religioso, a quien Carlos V  dio la alcaldí­a y gobierno de una de las fortalezas de ífrica.  Pasó a los 20 años a Honduras e ingresó en la regional de San Francisco, llegando a ser consumado filósofo, teólogo excelente y gran moralista.  Ejerció el cargo de provincial y la comisarí­a general de la orden, fundó varios pueblos de indios y conventos, y a su solicitud se debió la fundición de una gran campana en uno de los conventos, fabricada de lentejuelas o hachuelas de oro. Francisco de Mendiola, orduñés, obispo de Nueva Galicia, Guadalajara, falleció en esta tierra, cuyo cuerpo fue hallado incorrupto a principios del siglo XVIII.  Se trasladó a otro lugar y se pidió a Orduña por el prelado existente en dicha sede la partida bautismal del sr. Mendiola, así­ como las noticias que se pudieran obtener de sus ascendientes.  En 1586-1587 en su 2º año de pontificado, el papa Sixto V  expidió una bula de autorización a la ciudad de Orduña y a los  padres Franciscanos de la provincia cantábrica, para fundar en la ciudad un convento de la indicada orden, concediendo al concejo de la ciudad de Orduña el patronato honorí­fico de la nueva fundación. El 24-11 –1586 el alcalde de Orduña d. Baltasar de Gaona y el ministro principal de la Seráfica Orden fray Tomás de Iturmendi, otorgaron en Vitoria las capitulaciones oportunas para la fundación del convento de San Francisco de Orduña, en cumplimento de la concesión del papa Sixto V. En estas capitulaciones se acordó que Orduña, partí­cipe honorí­fica del convento, podrí­a colocar en el altar mayor, en las puertas y demás entradas del edificio, las armas de la ciudad. El convento fue ocupado por religiosas Clarisas, viniendo de Vitoria al efecto doña Antonia Hurtado de Mendoza en calidad de fundadora, con otras religiosas. Los franciscanos estuvieron en Orduña hasta 1834 y las clarisas continuaron en su convento. El de aquellos se convirtió desde 1846 en hospital de la ciudad. 1588-1589: en Junio se efectuó en Orduña la designación  de beneficiados que habí­an de servir las parroquias de Santa Marí­a y de San Juan Bautista.  Se asignaron para las dos parroquias 8 beneficiados enteros y 6 medios, y esto se hizo en Santo Domingo de la Calzada, asistiendo como testigo, entre otros, el bachiller Pedro de Herrán, presbí­tero. Los beneficiados de Orduña en esta fecha fueron: Diego Ortiz de Orue, Diego Garcí­a de Teza, Pedro Sáez de Berrio, el bachiller Gaspar de Arbieto, Luis de Mendibil, Fº López de Gotara, Pedro de Lezama, el bachiller Juan de Urrutia,  Andrés de Montoya, Cristóbal de Ulizar y Fº López de Aguinaga, todos ellos orduñeses. El licenciado Urrutia, cura y beneficiado de las iglesias de  la ciudad de Orduña hacia  1595. En Logroño el 18-3-1642 aprobó y confirmó el ilustre señor d. Gonzalo Chacón el voto que el municipio de Orduña, en nombre de la ciudad y de sus vecinos otorgó a 8-5-1639 de tener desde ese dí­a para en adelante por patrona de la ciudad a Nª Sra. de Orduña la Vieja, y en conmemoración de este acto celebrar como dí­a festivo el 8 de Mayo de todos los años venideros, asistiendo en procesión general al santuario y celebrando en él misa solemne. Se expidió la siguiente letra, dando con ella carácter canónico al acuerdo del consistorio orduñés y suplicado el 18-1-1642. Era obispo de Calahorra y la Calzada, y el secretario de este d. Juan de Campo y Gallardo. En este voto intervinieron en 1639 : Juan de Mardones Sojo, alcalde y juez ordinario de Orduña y jurisdicción, el licenciado Francisco Llano Velasco, sí­ndico  procurador general de la ciudad y abogado de los Reales Consejos y consultor del Santo Oficio, Pedro de Aldaiturriaga  Mateo, Juan de Llano y Mateo de Oquendo, el escribano Lorenzo de Zornoza, los capitanes Juan de Angulo y Martí­n de Garaondo, estos 2 últimos como testigos, Francisco de Herrán, alcalde en 1642, Mateo de Pinedo, Lucas de Palacio, Gregorio de Añes,  Andrés de Aguinaco  y el procurador Juan Fernández de Medrano. A este voto se unieron los vecinos del valle de Arrastaria compuesto de los alcaldes de Aloria, Artomaña, Délica y Tertanga, otorgando un acuerdo y voto parecido al de Orduña para el dí­a de San Gregorio  de mayo en el cual verifican su procesión al Santuario y conservan la fiesta en honor de la Virgen de la Antigua. Este mismo prelado mandó el 3 de Abril de ese año, se abriese un nicho mayor que el que tení­a la Virgen y que se fabricase una especie de camarí­n que sirviese para iluminar el trono en el que se asentaba la misma  sin necesidad de que se la bajase, y el otro era facilitar el cambio de vestidos de la imagen. Verificado el remate, este recayó en la de Juan Setién Venero por 57.290 maravedí­es. También arregló la llama Regla Vieja o cuaderno en el que se establecí­a la celebración de misas en el Santuario y concedió 40 dí­as de indulgencia por cada misa que se celebrase u oyese o visitasen el santuario. Para este tiempo ya se habí­a aderezado el contorno de la Antigua con la placeta o campa que  se construyó frente a la iglesia. Se la vistió de árboles y el coste de todo ello llegó a poco más de 704 reales que pagó la cofradí­a que gobernaba el culto y administraba el Santuario. Los mayordomos que ejecutaron estas mejoras fueron el licenciado Fº de Herrán y Juan de Urrutia, vecinos de Orduña, de acuerdo a lo establecido el 29-12-1641. Fº de Zárate y Salcedo beneficiado de Orduña, vicario de la misma y comisario del Santo Oficio en 1655 que donó 50 reales de a 8 del reino del Perú para la construcción de la iglesia de san Juan del Molinar de Gordejuela, y el capitán Urdanegui donó 500 pesos para la misma iglesia.  1696: En este año Fº de Zárate y Salcedo, comisario del Santo Oficio,  era cura y beneficiado de las parroquias unidas de Orduña.  1700: en este año habí­a en el convento de las franciscanas  de Orduña,  28 religiosas con dote de 1.000 ducados de vellón[3]. 1703: Francisco de Mendiola,  orduñés,  fallecido en 1576, cuyo cuerpo fue hallado incorrupto. Habí­a ejercido como prelado de Guadalajara en el reino de Nueva Galicia. En este año de 1703 el papa Clemente XI concedió a los cofrades de San Sebastián, hermandad fundada en la parroquia de Orduña, una indulgencia plenaria a sus cofrades[4]1705-1706: En este año la vicarí­a de Orduña, perteneciente a la sede de Calahorra, comprendí­a a: Sus 4 aldeas, además de : Abecia, Aborní­cano, Aloria, Artómaña,Délica, Gujuli, Izarra, Oyardo, Tertanga,  Unzá, Uzquiano y Velunza.  1722-1723: el licenciado d. Jerónimo José  de Santervás, visitador general, visitó Orduña el 19 de Octubre en nombre y autorización del prelado, y entre los autos que consiguió en su gira, se hallaba el que no entrasen los fieles en las iglesias con el cabello atado ni con birretes blancos en la cabeza, ni hubiese danzas ni fiestas profanas en las iglesias, ni en el santuario, ni que en esta quedasen a dormir en el templo, y otras cosas ; y por estar informado del pernicioso abuso de danzar las mujeres con los hombres en las procesiones, y a veces solas entre los eclesiásticos, ordenó que en adelante no se permitieran semejantes danzas. También prohibió que las mujeres adornasen los altares, tocasen los paños sagrados y que en los sermones no se volviese la espalda al altar, ni las funciones religiosas terminasen a deshoras de la noche. 1739-1740: un auto en  favor de los derechos alegados por el ayuntamiento de Orduña expidió el Provisor general de Calahorra el 14-2-1739, en el litigio que contra el fiscal general del obispado sostuvo dicho municipio sobre reformación de un auto de visita, dejando los asuntos reformados por este último en la situación anterior. 1747-1748: el orduñés Manuel Antonio Jiménez de Bretón, provisor de Burgos, fue electo para obispo de León de Caracas, en Venezuela, y participó al Señorí­o su promoción. En la Junta se leyó su carta y se celebró con alegrí­a, dirigiéndole una entusiasta felicitación. El sr. Bretón no pudo ocupar su nueva sede porque falleció al poco en Orduña, quedando en simple electo. 1768: Fray Mariano Herrán, religioso de San Francisco, natural de Orduña, el cual tomó el hábito en Bilbao, recibió el martirio con otros religiosos en este año de manos de los indios manoas y lepidos en el Perú. 1789-1790-1791: en 1788, el 25-4 comenzaron las obras del nuevo pórtico de Santa Marí­a con licencia del ordinario y bajo los planos del maestro Manuel Martí­n de carrera, por hallarse el anterior muy ruinoso. El obispo giró en este año su primera visita pastoral al Señorí­o y entró en él, el 1 de Mayo por Orduña, comenzando el dí­a 2 la gira en esta ciudad y sus aldeas, y en uno de los dí­as de la estancia, presidió el Rosario cantado que de la ciudad se dirigió al Santuario de la Antigua. 1794: el orduñés Salvador de Jócano, empleado en la tesorerí­a general, comisionado por el rey en Amsterdam y alcalde de Orduña, solicitó de su Majestad le espiritualizase el sueldo que disfrutaba por sus servicios al Estado, a fin de ordenarse sacerdote. Elevada su instancia diole el rey una prebenda en Plasencia con lo cual en Julio de este año pidió las dimisorias al ilustre d. Francisco de Aguiriano y Gómez, diocesano de Calahorra, el cual informó muy bien de las actitudes y rectitud de vida del caballero orduñés, de su instrucción y ser un latino perfecto, le concedió la gracia solicitada para recibir la sagrada tonsura en Toledo. En este año el presbí­tero Leandro de Arberas, beneficiado de Délica, en el arciprestazgo de Orduña, persuadió a los jóvenes de su pueblo y demás comarcanos se dispusiesen a hacer frente al invasor francés en conformidad a los decretos comunicados por la provincia de Alaba. 1795: en este año las religiosas franciscanas de la Cruz partieron todas el 29-8, refugiándose en el convento de Orduña, e invernaron en él. 1796-1797: el orduñés Matí­as Jiménez de Bretón, teniente coronel de artillerí­a, abandonó en este año la milicia para abrazar el estado eclesiástico, y al efecto pedido el retiro, su Majestad le concedió el Préstamo de Ladrada (ívila) para que con él pudiese cumplir sus piadosos deseos.  Recibió la 1ª Tonsura en Toledo. Tí­o de este teniente coronel fue el beneficiado de Orduña, Cristóbal Jiménez de Bretón, el cual fundó una renta vitalicia de 124 ducados, 4 reales y 26 mrvs. Rédito de 47.150 reales de capital a favor de Ramón Saiz Serrano, a quien trajo a Orduña del Colegio de Música de Burgos par que sirviera de bajonista en la iglesia de Santa Marí­a de Orduña  y asistiera a las funciones religiosas de ella con el fin de instruir en la música y el canto a 2 muchachos que sucesivamente intervinieran en el coro y dio a esta fundación el carácter de colativa y de tí­tulo de ordenación con la carga de una misa mensual.

[1] «Historia general de Bizcaya «. E. Labayru.

[2] «Monografí­as de pueblos de Bizkaia: ORDUÑA». Ana Marí­a Canales Cano, 1997

[3] «Historia general de Bizcaya «. E. Labayru. (I)

[4] «Historia general de Bizcaya «. E. Labayru. (I)

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