Mosaico histórico de BELANDIA
Es una de las 4 aldeas vizcaínas comprendidas en la jurisdicción dela ciudad de Orduña. Cuando en 1257 ocupaba la sede de Calahorra el obispo Don Jerónimo Aznar, la entonces villa de Orduña ya era cabeza de un arciprestazgo que, dentro del arcedianato de Álava, comprendía las 17 parroquias entonces existentes en Arrastaria, Urcabustaiz y en el entorno de las aldeas de la villa; estas últimas se incluían en la carta del citado obispo con el nombre genérico de “Belandia y sus aldeas”.
Seguramente estas aldeas eran: Lendoño de Arriba, Lendoño de Abajo, Mendeica y muy probablemente Arteaga y Poza, estas últimas despobladas; las cinco se citaban, con Belandia, como “aldeas que tocaban a la jurisdicción de Orduña” en 1788. Antes, en 1587, el orduñés, licenciado Andrés de Poza, hablaba de otras dos aldeas además de las anteriores: Ripa y Cédelica, hoy barrios de Orduña. Ripa, Cédelica, Poza y Arteaga no figuran, sin embargo, en la relación de la visita pastoral girada en 1556 por el Licenciado Martín Gil; en ella se registran Belandia, con tres beneficios y medio para servicio de su iglesia, Lendoño de Arriba con una ración o beneficio, Lendoño de Abajo con dos y Mendeica con un cura servidor de su parroquia y residente en ella. En aquel tiempo Belandia era la parroquia más rica en la percepción de diezmos: de ellos correspondían anualmente a los tres beneficiados y medio que servían en su iglesia 47 fanegas de trigo, dos de cebada, tres de avena, fanega y media de habas, fanega y media de otros granos, dos fanegas de manzanas, diez corderos y 1.600 maravedíes en dinero, cantidades que excedían con mucho, a las que cobraban los clérigos de las otras parroquias, por ejemplo los de Lendoño de Abajo, que eran dos: 25 fanegas y media de trigo, dos y media de otros granos, seis corderos, dos cántaras y media de vino y 803 maravedíes en dinero. Esta holgura económica de Belandia se refleja en el edificio, el retablo y en los objetos de culto de su parroquia.
La iglesia de Belandia mantuvo su importancia sobre las aldeas próximas hasta tiempos recientes. A fines del siglo XVIII le servían dos clérigos beneficiados, los dos de ración entera a juzgar por los frutos que percibían; en Lendoño de Abajo había otros dos, pero uno de media ración, y uno en cada una de las otras parroquias.
Seguramente por esta importancia de Belandia sobre el resto de aldeas, conserva hoy en su parroquia el arca que guardaba el archivo de la Junta de Ruzabal, compuesta por los cuatro concejos indicados para decidir sobre asuntos de montes y caminos en sus reuniones en el despoblado de Ruzabal. La pertenencia a esta Junta formada por los “Caballeros, Escuderos, Hijosdalgo” de las cuatro aldeas, se aportaba como dato positivo de hidalguía en los expedientes y pruebas de nobleza; y solo los vecinos pertenecientes a esta Junta, o los hijos casados de los cofrades, podían ingresar en la Cofradía de la Virgen de Poza, de Lendoño de Abajo, una de las devociones marianas más antiguas en Orduña y su comarca.
Algunos investigadores señalan a Belandia como lugar natal de Juan de Garay, el segundo fundador de Buenos Aires. Garay había ido al Perú, siendo casi un niño, con algunos parientes de Orduña. El parentesco y el paisanaje de Juan de Garay con estos y otros orduñeses, dan pie para situar en tierras de Orduña el lugar del nacimiento del fundador de Santa Fe y Buenos Aires, y más concretamente en Belandia. Aquí existieron las llamadas “caserías de Garay”, documentadas a partir del siglo XVI en las proximidades de las sendas de Aguíñiga y Maroño, y cerca de las ermitas, hoy desaparecidas, de la Magdalena y San Emeterio y San Celedonio. Algunos investigadores sitúan en estos caseríos el nacimiento de Juan de Garay.
Belandia contaba, aparte de las rentas y diezmos parroquiales, con fundaciones y recuerdos de feligreses ausentes, tales como una obra pía para dotar doncellas huérfanas fundada en 1639 por Bartolomé de Olamendi, vecino de Madrid. En 1777 recibía el recuerdo de otro feligrés, Sebastián de Ulierte y Bergara, quien enviaba desde Méjico a la iglesia de Belandia una pintura de la Virgen de Guadalupe tocada con el original, venerada en el retablo mayor de la parroquia hasta tiempos recientes.
Belandia y las otras aldeas de la zona, ricas en monte y ganado, desempeñaron un importante papel en las comunicaciones de Castilla con el mar a través de caminos de montaña, sustituidos a fines del siglo XVIII por el “camino real” del puerto de Orduña. Hasta entonces el paso más importante del valle de Losa a Orduña, y de esta ciudad al mar, subía por la peña de Goldecho, y se bifurcaba hasta la ciudad y hasta Lendoño de Abajo; desde aquí por Mendeica, se alcanzaba el valle de Ayala bajando a Echegoyen y Amurrio por Santa Cruz de Burubio, o se llegaba por Belandia hasta las fuentes del río Izoria para descender al valle de Ayala y del Nervión por Izoria, Olabézar y Murga. Belandia al mediar el siglo XVI contaba con 45 vecinos y en el siglo XIX, en 1888, tenía 18 casas y 115 habitantes.
Parroquia de Santa Eulalia
El pórtico es una construcción rural, de planta rectangular, situado al Sur del templo, y abierto al exterior por dos accesos, uno al Este y otro al Oeste. En 1800 un bienhechor costeaba el pórtico actual, aunque los asientos y el enlosado del mismo corrieron a cargo de la Cofradía de san Antonio Abad. Las puertas y herrajes son de 1837, hechas por Ildefonso Echevarría. El templo es de planta rectangular, de cabecera recta y dos tramos de bóvedas nervadas.
Las primeras obras de este templo comenzaron hacia el año 1551 y tardaron algo más de medio siglo en concluirse. Tiene una torre que está unida a la iglesia por el edificio de la antigua escuela. En el baptisterio se encuentra un arca antigua y de gran tamaño (3,39 x 0,39 x 0,24 m.) con un reborde de rombos tallados y buenos herrajes. Constituye un ejemplar de artesanía popular, realizado para guardar el archivo de la Junta de Ruzabal.
Ermitas desaparecidas
En la visita pastoral del Licenciado Gil realizada en 1556, se conocían cinco ermitas anejas a la iglesia de Belandia. Se documentan varias desde el siglo XVI, aunque ninguna queda en pie. Estuvieron dedicadas a Santa María Magdalena, Santa Marina y San Miguel, San Emeterio y San Celedonio, San Julián y San Miguel.
La de Santa María Magdalena aparece en los documentos de 1658, año en que se ordenaba se aplicasen sus bienes a la parroquia, y no se nombrasen mayordomos en ella sin la asistencia del cura. Se continuaba visitando en la primera mitad del siglo XVIII, y, en 1752 el cura, que tenía su casa cerca de la ermita, celebraba misa en ella durante la mayor parte del año, cosa que por ir en contra de la parroquia le reprobaba el visitador. En 1763 se encontraba poco cuidada y en 1791 se ordenaba su demolición, a la vez que la de Santa Marina, por hallarse ambas en mal estado “bastante distantes de la población, cercadas de tierras labradas, sin camino para su uso, inútiles y por servir sólo de acogida de maleantes y albergue de ganados”. La imagen de la santa debió trasladarse a la parroquia, desde donde se llevó a Orduña, junto con la de Santa Marina, en 1867. A lo mejor la imagen de la santa volvió a la iglesia, porque en 1910 se inventariaba una talla de la santa, hoy desaparecida, en el retablo de la Virgen del Rosario.
La ermita de Santa Marina debió levantarse en el término que lleva su nombre, a unos 800 metros al Oeste del pueblo. En el siglo XVI tenía bienes y mayordomos propios, y en 1598 contribuía con 11 ducados al pago de una casulla; en el inventario de 1597 se reseña un cáliz, propiedad de esta ermita. En 1658 se aplicaban sus bienes a la parroquia, que a su vez se encargaba de su reparo; entonces, lo mismo que en la ermita de la Magdalena, se prohibía el nombramiento de mayordomos sin asistencia del cura. En el siglo XVIII entraba la ermita de Santa Marina en una fase de ruina y abandono. En 1723 se ordenaba la reparación de su tejado, y en 1740 se encontraba en tan mal estado que el visitador mandaba que con sus materiales y los de San Miguel, ermita también muy deteriorada, se hiciera una, poniendo en ella las dos efigies. En 1763 se encontraba mal cuidada y en 1791 se ordenaba su demolición, a la vez que la de la ermita de la Magdalena. En 1867 se llevaba su imagen a Orduña desde la parroquia de Belandia donde se encontraba.
También se documenta la ermita de San Miguel, a partir del siglo XVI. En 1591 la efigie del santo se encontraba en un altar de la parroquia, por lo que se ordenaba su traslado a la ermita. En 1601 esta ermita tenía en su haber 3.603 maravedíes, con los que contribuía al pago de la construcción del segundo tramo de la iglesia matriz, con el compromiso por parte de la parroquia, de atender a las necesidades de la ermita hasta completar dicha cantidad. En el siglo XVIII sobrevino su ruina y en 1752 se encontraba levantado su tejado, parte de este sirvió para reponer el tejado de la parroquia y lo restante para reponer la ermita de Santa Marina.
La ermita de los santos Emeterio y Celedonio (Zemedeli Celedón) figura en diversos documentos del siglo XVI y en varios apeos del XVIII. Estaba situada cerca de las llamadas “caserías de Garay” y próxima a la ermita de la Magdalena, en los caminos hacia Maroño y Aguíñiga.
En un estudio sobre Belandia, D. Enrique de Gandía, cita las ermitas de San Julián y San Vicente “más próximas que la actual iglesia a las caserías de Garay”. En 1796 en Orduña había un pintor y dorador, Blas de Gaviña.
Fuente: Catálogo Monumental de la Diócesis de Vitoria (Tomo VI), Micaela Portilla.