Délica (de visita)
No me he complicado la vida para acceder a la aldea más importante del valle. Desde el «Convento de Santa Clara» he tomado una de las pistas asfaltadas que me lleva directamente hacia ella. Hace un día «decentito» y el caminar se hace fácil. Poco a poco me voy situando frente a la ladea. Las cumbres envuelven, aún más si cabe, el circo montañoso. Los orígenes del Nervión están en el fondo. Es el «barranco de Délica». Antes de penetrar en él contemplo el farallón de la Peña ¿Nervina? El nítido hilo que marca la carretera es palpable en el último de los tramos del «Puerto de Orduña». Lo que «siempre» fue un cuasi imposible camino de herradura que descendía desde la desaparecida Ermita de San Bartolomé hasta la Venta de Arbin hoy es carretera. Entre uno y otro se construyó el «camino carretil» por la Antigua y Txarlazo que tan poco éxito tuvo debido a las dificultades con el paso de Goldecho. Algún día haremos el recorrido. A la derecha del collado por el que se sobrepasa el cordal montañoso contemplo el espectacular «pico del fraile», el monumento a la Virgen de la Antigua…y, al final de la crestería, el peliagudo Tologorri. Varios «poblamientos dispersos» se ubican a los pies de las múltiples lomas: Zamarro, Paúl, la Antigua….
La entrada en Délica, siguiendo los pasos del Nervión, se estrecha por la presencia de una colina frondosamente ocupada por el roblizal. En su alto está constatado un poblado céltico, sin excavar, al que se puede acceder desde Zamarro. La presencia de estos pueblos europeos prerromanos en todo el valle del Nervión está suficientemente atestiguada desde este rincón orduñés hasta Barakaldo. En la práctica cada uno de los puntos estratégicos del valle nervionés estuvo ocupado por un «castro celta». Desde Delica hasta Malmasín. Autores existen que afirman que tanto el término Delica (diosa de las aguas) como Nervión (nombre tribal de origen europeo) son claramente celtas… ¡Lo dejaremos para los filólogos!
Articula la aldea el discurrir del Nervión. A sus orillas se acunan los diversos caseríos, casas blasonadas y tres torres. Sorprende esta abundancia de torres y la propia Iglesia construida sobre un altozano y dedicada a la Virgen María.¡Mucha proteccion!
Dejo a mi izquierda el edificio que sirvió de escuela y que hoy, tras algunos años en los que fue utilizado como «taller de ropa» está abandonado. A mi derecha, cuasi enfrente, destaca altiva la primera de las «torres». Aunque tiene adosada en un lateral una vivienda aún se yergue altiva sobre el entorno. Poderosa protección a la entrada de la población en la que aún se destacan los remates de sus cuatro ángulos superiores. Unos cien metros adelante, pasado el camino no asfaltado por el que se accede a la vivienda de mi hermana Lucía, se ubica la segunda de las torres. Su estado de conservación es penoso conservando únicamente la planta, una portada ojival y una ventana de las mismas características. Entre esta torre y la bifurcación que nos lleva a la Iglesia, varias casas muestran su función agroganadera destacando un par de ellas con sendas portadas pétreas ojivales.
En la bifurcación referida tomo la izquierda. Paso por debajo de un airoso viaducto de RENFE y a medio kilómetro me encuentro con un bar llamado «El Infierno» y una pequeña zona de esparcimiento. Atravieso el río y me detengo a sacar unas fotografías de las «ruedas» del viejo molino. El edificio que contiene las «muelas» está en un espacio superior pero la «antepara» está abandonada. Por el camino adjunto me acerco al «pozo de los caballos» y paso a la orilla contraria. Un camino que, progresivamente desaparece, lleva hasta el fondo del «cañón del Nervión» punto final de la cascada más alta de España. En la parte superior, y colgado en el vacío, puedo ver el mirador. ¡Espectacular!… Doy la vuelta y me detengo en «El Infierno»…El cielo se ha despejado y apetece una cervecita. Llego, de nuevo a la bifurcación, y me dirijo hacia la Iglesia. Está ubicada en un altozano y, antes de ascenderlo, contemplo la tercera de las torres hasta hace muy pocos años desconocida. Las obras de ampliación de uno de los caseríos descubrieron que una de las paredes internas era, en realidad la fachada de una casa-torre. Debido a ello su estado de conservación es excelente aunque su altura es inferior a otros edificios similares. Atendiendo a los «vanos» conservados tiene tres plantas. La superior con dos ventanas abocinadas, la central con una ventanita ojival a la izquierda, una nueva abocinada y un amplio ventanal ojival que, dada su forma, fue seguramente el acceso a un balcón. El acceso al pétreo edificio se hace a través de una hermosa puerta, igualmente ojival.
Observada la «casa» con detenimiento y, siempre acompañado por los ladridos de los perros, subo a la Iglesia. Está dedicada a la Asunción. Se yergue imponente en un altozano. No he visto el interior pero presenta una nave central con una vigorosa torre al pie. En el ábside, poligonal, se ha adosado una edificación (seguramente la sacristía) y en parte del lateral izquierdo y toda la entrada un pórtico sobre robustos arcos de medio punto. Sobre él se ubica la «casa cural» bastante bien conservada y, por lo que me dicen, ocupada por el Párroco de Orduña. Un nuevo edificio (abandonado) se adosa a parte del lateral derecho. Dos elementos arquitectónicos llaman la atención: la portada de la entrada y una ventana de lateral izquierdo. La primera de estilo gótico, similar a existente en La Antigua, dos arquivoltas sustentadas en columnitas con sus fustes decorados con formas geométricas y dos capiteles con formas de animales enfrentados. La ventana (digna de verse) es de claro estilo románico lo cual evidencia la existencia de un templo anterior al actual. Al pie de la Iglesia, sobrepasado un puente sobre las vías, la carretera se dirige hacia Zamarro y Paúl y, de allí, hasta Tertanga.
Vuelvo sobre mis pasos y regreso por la carretera. Una larga recta que me lleva hasta la carretera general Bilbao-Burgos. En pocos metros encuentro cuatro espacios significativos: la Plaza de Toros (1914), un «leguario» (monolito que indica que la distancia a Bilbao es de siete leguas), la casa de la «cadena» (original lugar del fielato de Vizcaya) y la ermita del Buen Suceso (con San Roque con patrón). Una pequeña iglesia, con un pórtico y un desaparecido «hospitalito». Ubicada a escasos cien metros de una de las puertas de la ciudad, tanto su denominación como su patrón hace referencia a «enfermos contagiosos» que, dada su antigí¼edad, nos pone en relación con las «pestes» que tanto afectaron a la población en los siglos medievales y modernos. Vista la ermita me dirijo por las inmediaciones del «viejo castillo», hacia el «edificio de los bomberos». Frente a este edificio se levanta un casa recién restaurada que, hasta el siglo XVIII fue el más antiguo de los molinos de Orduña. Su existencia nos hace suponer que por sus inmediaciones discurriría un cauce fluvial que posibilitaría su existencia. Quizá aprovechara, hasta su desaparición, el «arroyito» que discurría por la calle «Cantarranas».
Bordeo toda la «tapia» del Colegio de los Josefinos (dejando de lado la antigua fábrica de muebles de «Cesáreo» y, en breve, me encuentro en casa. Ha vuelto mi hermano de sus vacaciones y, con ello, me libro de tener que ir a la huerta a regar… ¡Buena mañana!