Breve historia del Alto Nervión: el Imperio Romano
Durante mucho tiempo se mantuvo un discurso, políticamente interesado, que afirmaba que los vascos no fueron conquistados por Roma, en parte por su belicosidad y resistencia a ser sometidos, pero sobre todo por la supuesta pobreza del territorio y la ausencia de recursos de interés para la maquinaria romana. Lo que interesaba era mostrar a los vascos como los “nunca conquistados”, para unos, o como bárbaros anclados en usos antiguos, para otros.
Sin embargo, ya hace mucho que la fuerza de las evidencias arqueológicas en la vertiente mediterránea del país obligó a aceptar el hecho de que Álava y Navarra habían sido romanizadas en profundidad. Pero se seguía creyendo que la vertiente cantábrica quedó al margen de la civilización romana. Hoy sabemos que toda Euskal Herria se romanizó intensamente.
De hecho, la tribu de los vascones, que ocupaba el territorio que se corresponde aproximadamente con la actual Navarra, entró en contacto con Roma de forma muy temprana, en el siglo II a.C., aunque no habría sido hasta mediados del siglo I a.C. cuando se integrarían formalmente dentro de sus estructuras, de forma pacífica. De hecho, los vascones fueron aliados de las fuerzas romanas y esta alianza habría sido beneficiosa para el pueblo vascón, ya que gracias a ella tuvieron ocasión de expandirse y ocupar ciudades hasta la ribera del Ebro y más allá, y en terreno del actual Aragón.
Por el contrario, los cántabros y astures fueron sometidos al poder imperial en el curso de las Guerras Cántabras, una serie de campañas militares que tuvieron lugar entre el 29 y el 19 a.C., con las que se completó el dominio romano sobre la Península Ibérica.
¿Y los territorios intermedios? ¿Cuándo y cómo se integraron los várdulos, caristios y autrigones en el Estado Romano? No lo sabemos con seguridad. El único enfrentamiento bélico documentado en el área que ocupaban se produjo muy cerca del Alto Nervión, concretamente en el cerro de Andagoste, en Kuartango. Allí, hacia el año 38 a.C., un grupo de indígenas atacó y probablemente derrotó a un millar de legionarios romanos. Algunos creen que el contingente militar quizá regresaba de atacar territorio cántabro o autrigón cuando fueron asaltados por los indígenas en represalia por dicha acción.
En cualquier caso, pronto estos territorios se integraron en las estructuras de gobierno del imperio y no parece que lo hicieran después de un conflicto armado de consideración. Desde luego, lo hicieron antes de las Guerras Cántabras, ya que el ataque de los cántabros a los autrigones fue uno de los motivos que dieron lugar a aquellas.
Por lo tanto, autrigones, várdulos y caristios pasaron a formar parte del Imperio Romano y, con el paso de los siglos, desaparecerían como pueblos. Tenemos noticias de cohortes várdulas y caristias que lucharon y murieron por Roma en puntos muy alejados del Imperio. Pero tras la desintegración del poder romano, solo alguna breve mención a Bardulia como el primitivo nombre de Castilla nos recordará la existencia de estas tribus, cuyos miembros serán conocidos en la tardoantigüedad con el apelativo único de vascones, tanto al sur como al norte de los Pirineos. Pero este será el tema de la próxima entrada.
Lo cierto es que estas tribus no desaparecieron por haber sido eliminados físicamente por unas supuestas tropas invasoras ni fueron desplazados forzadamente a otro lugar para dar paso a una colonización romana que, dicho sea de paso, se habría producido en todo caso solo a nivel de élites y funcionarios. Es decir: si bien las capas superiores de la sociedad del Alto Nervión durante la era romana podían proceder de fuera, la mayoría de la población habría continuado siendo indígena.
Lo que ocurrió es que sus rasgos distintivos como tribus prerromanas, fueran cuales fueran, acabaron diluyéndose. La absorción romana consistió en la dependencia de un poder que introdujo estas tierras dentro de sus estructuras políticas, sociales y económicas y las organizó en función de sus intereses. Por ejemplo, una de las vías romanas más importantes, la Asturica – Burdigala, atravesaba la Llanada Alavesa, donde la romanización fue muy intensa, con grandes ciudades como Veleia y numerosos asentamientos menores de carácter rural. Las ciudades y asentamientos romanos principales fueron los grandes centros de extensión de lo romano en la época.
Aunque la inexistencia de excavaciones nos impiden afirmarlo con seguridad, es muy posible que los castros de Babio y Peregaña se deshabitaran entonces, ya que Roma promovió generalmente el abandono de ese tipo de asentamientos. Sin embargo, el poblado de Aloria, que no era un castro, fue reconstruido según la tipología de un asentamiento romano típico en el siglo I. d.C. Sus habitantes se dedicaron a la producción de hierro y a la ganadería, y a buen seguro que tuvieron relación con los moradores del poblado de Elexazar (Amurrio). Esta villa representa, por el momento, un caso único en la vertiente cantábrica por su inusual ubicación a 550 metros sobre el nivel del mar. Por el momento, sabemos que en ella se producía hierro, cuyo mineral extraerían en el ámbito más cercano. Juanjo Hidalgo señala que el yacimiento presenta un carácter autrigón.
Es posible que por el Alto Nervión pasara una vía secundaria que conectara la gran vía Asturica – Burdigala con el mar. Quizá descendiese del valle de Losa, donde es visible desde el aire una calzada romana, por el portillo del Aro, donde se encontró una moneda romana.
Y es que son varios los hallazgos arqueológicos encontrados junto al camino natural que del Alto Nervión lleva al mar. Por ejemplo, se hallaron materiales romanos bajo la iglesia de Amurrio; estelas funerarias en el valle de Laudio; y ciertos materiales en el barrio Derendano de Saratxo, que bien pudo ser una villa en aquel tiempo, de la que precisamente derivaría su nombre. No es el único topónimo latino que ha sobrevivido hasta la actualidad y es que posiblemente la huella romana en nuestra comarca fue profunda, aunque por el momento solo conozcamos dos de sus lugares de habitación.
En Laudio se han encontrado dos estelas funerarias de época romana. La primera, data en torno al año 100 d.C., no presenta una lectura inequívoca, pero posiblemente se trataría de una ofrenda que una tal Calpurnia Montana realizó a su difunto marido Sulpicio Regali. Se trataría de individuos con la ciudadanía romana.
La segunda estela, datada hacia los siglos II-III d.C., fue eregida por Sempronia Aunia a su hija Licinia de la tribu de los Licoios. Aunia es el primer nombre indígena que documentamos en nuestra comarca y fue bastante empleado en Europa y el norte peninsular, documentado también en Veleia. Se aprecian también aromas célticos en esta inscripción.
Recapitulando, los poblados de Aloria y Elexazar fueron ocupados hasta mediados del siglo III d.C., cuando se produjo una gran crisis económica en todo el Imperio. El de Aloria fue ocupado de nuevo en el siglo siguiente pero no sobrevivió durante mucho tiempo más.
No sabemos mucho más acerca de la romanización en el Alto Nervion. Pero a buen seguro que fue un proceso idéntico a lo ocurrido en los lugares vecinos. Aunque se mantuvieran algunas estructuras y filiaciones indígenas, con el transcurso de los años y de los siglos los habitantes de esta comarca se fueron integrando más y más en la sociedad romana. Adaptaron sus técnicas constructivas, sus materiales, su vestimenta, sus armas; tomaron su sistema de nombres; consiguieron la ciudadanía romana; creyeron en los dioses romanos (en Elexazar se encontró un taurobolio relacionado con el culto a Cibeles) y posiblemente tuvieron las primeras noticias acerca del cristianismo; conocieron y hablaron el latín; y se integraron en sus estructuras políticas, participaron de su economía y sirvieron en su ejército, como tantos y tantos millones de personas durante siglos. La huella de Roma sería profunda.
A finales del siglo IV o principios del V las autoridades romanas ya habían perdido el control efectivo sobre amplias zonas peninsulares y nuestra comarca entre ellas. Se abría así una época convulsa de conflictos y guerras, de invasiones y cambios, que duraría varios siglos.
Los poblados de Aloria y Elexazar no se volvieron a habitar y desconocemos a dónde fueron sus habitantes, del mismo modo que nada podemos afirmar acerca de otros habitantes del Alto Nervión de los cuales no sabemos donde habían vivido hasta entonces y dónde lo harían después. Es cierto que algunos de los lugares mencionados, como Amurrio, Laudio y Saratxo, han sido habitados hasta hoy pero ello no implica necesariamente que existiera continuidad en el poblamiento.
En todo caso, muchos topónimos parecen haber tenido su origen a partir de nombres latinos de este periodo o inmediatamente posteriores, y su conservación y mantenimiento revelaría una continuidad en el poblamiento de la comarca. En el mismo sentido apuntaría la conservación de topónimos claramente indoeuropeos y prerromanos, como el del mismo río Nervión.
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