
FONTECHA Y SALAZAR EN LA ORDUÑA DEL SIGLO XVIII (I)

Paseando por el Campo Volantín bilbaino, cualquier caminante se puede encontrar con una pequeña calle que desemboca en Mandobide. Honra hoy a un casi desconocido Pedro Fontecha Salazar. Sin embargo, quien conozca la historia de Bizkaia y sus instituciones jurídicas, sabe que se halla, en palabras del recordado jurista Adrián Celaya, ante uno de los principales jurisconsultos de Bizkaia, que estudio de manera profunda la realidad institucional del Señorío en la primera mitad del siglo XVIII, así como sus antecedentes históricos.
Hoy conocemos muy bien la obra a él atribuida, «Escudo de la más constante fe y lealtad», gracias al excepcional trabajo realizado por el catedrático vasco de Historia del Derecho Jon Arrieta Alberdi en su edición crítica. Con anterioridad, el profesor Andrés E. de Mañaricua había tenido la oportunidad de dar a conocer, en su ya clásica Historiografía de Vizcaya, de manera precisa su obra y algunos datos biográficos. Después, en mis investigaciones en el archivo orduñes, localicé alguna información de Fontecha que comuniqué al profesor Román Basurto e incorporó a su interesante libro sobre la biblioteca del jurista vasco.
Primeros datos
Con la información recabada entonces y otra que, con posterioridad, he ido recopilando, podemos conocer algo mejor la vida de Fontecha Salazar en la Orduña en la que vivió y que, entendemos, resulta de gran interés para la pequeña historia de nuestra ciudad. Como sabemos, Fontecha nace en la cercana Nograro, en Valdegobia, alrededor del año 1670. La fecha exacta se ignora porque no disponemos del libro de bautismo de esos años. Sus padres, Pedro Fontecha López de Nograro y Mariana Astulez Salazar, contrajeron matrimonio el 30 de abril de1668 en esa localidad. Estas referencias de los apellidos de sus progenitores, que han pasado desapercibido a los investigadores, nos indican un dato curioso. Nuestro jurisconsulto prefirió el segundo apellido de su madre, Salazar, al primero, Astulez. De esa forma, fue siempre conocido como Pedro Fontecha Salazar.
No sabemos con seguridad cuando pasa a residir a Orduña, pero es lo cierto que aquí contrae matrimonio con la orduñesa de 26 años María Jacinto Bozo Mendibil, el 28 de agosto de 1704. Sus cuatro primeros hijos nacen en Orduña, Jacinta Elena (1706), Jacinta (1707), Francisco Xavier (1709) y Juan Ignacio (1710). Los dos siguientes María Gertrudis (1713) y Manuel (1715) lo hacen en la localidad colindante de Amurrio y, finalmente, Josefa Petronila (1718) de nuevo en Orduña. Parece, por tanto, que durante unos años pudo residir en Amurrio.
Orduña a principios de siglo XVIII
La Orduña que conoce a su llegada, no dejaba de ser una pequeña ciudad que no pasaba por sus mejores momentos. Cuando en octubre de 1700 se exige a la ciudad por el Señorío de Bizkaia un segundo repartimiento de 60.520 maravedíes, el ayuntamiento se queja de sus pocos recursos y de hallarse «con suma minoración de vecinos de muchos años a esta parte». Dato que ratifica posteriormente el Síndico Procurador General en carta dirigida a las autoridades forales, en la que indica que «Es tanta la disminución de vecinos que padece la Ciudad que aún no tiene la mitad de la que tuvo al tiempo de dicha Unión y Concordia»
En estos primeros años de siglo, vemos a Fontecha vinculado al ayuntamiento como asesor de la institución o de su alcalde. Con ocasión de la fogueración de 1705, recuento de «fuegos» o casas solariegas dispuesto por las Juntas Generales de Bizkaia a efectos especialmente tributarios, se realiza consulta al jurisconsulto alavés. Conviene resaltar la importancia de esta numeración, porque de ella dependía la cantidad que debían aportar a los gastos del Señorío cada una de las anteiglesias, concejos, villas y ciudad que la integraban.
Fue, sin duda, buen conocedor del archivo municipal y, acaso por ello, constante referente de información. En 1706 se le paga la no desdeñable cantidad de 300 reales por «trabajo de papeles» en el Archivo. El pago indica que pasó no pocas horas en la Torre donde se hallaba la memoria documental de la Ciudad, estudiando documentos y ordenando legajos antiguos. La asesoría de Fontecha hacia el ayuntamiento debía ser bastante más amplia, porque de una documentación manejada por el historiador Aingeru Zabala, aparece como asesor del alcalde, cuando son llamados al ayuntamiento los administradores de la aduana orduñesa el 31 de enero de 1705. Colateralmente aporta Zabala otra información sobre Fontecha al indicar que había sido pasante de la casa de Juan Antonio Ochoa de Zuazo. Su residencia en Orduña aparece vinculada a algunos acontecimientos que conforman la pequeña o gran historia ciudadana. Las cuestiones tributarias eran, como hoy, una de las principales preocupaciones de las autoridades locales.
Aparte de regularse de manera más o menos meticulosa en Ordenanzas o Decretos de Buen Gobierno, se adoptaban acuerdos por el Regimiento de la ciudad, por su Concejo General o Concejo Abierto o en Junta de Particulares. Eso sucede el 26 de agosto de 1708, cuando reunido el ayuntamiento con 10 caballeros principales de la ciudad, entre ellos Pedro Fontecha Solazar, se decide imponer una contribución de 2 maravedíes a la azumbre de vino.
El Regimiento de la ciudad era renovado anualmente todos los primeros de enero. El año 1713 resulta elegido alcalde primero. Aparece su presencia como primera autoridad en once ocasiones, todas ellas sesiones celebradas el mes de enero y siempre relacionadas con la gestión ordinaria de las rentas sacadas a mejor postor a principios de año.
El año 1717 es elegido Síndico Procurador General suplente, cargo que no llega a ejercer y en 1719 alcalde suplente, aunque solo en una ocasión aparece en el salón de sesiones. Y es que cuando se necesita nombrar a un alcalde tercero, se indica que el primero estaba ocupado en gestiones particulares y el alcalde segundo, Fontecha, se encontraba en Bilbao. No sabemos con exactitud cuando pasa a vivir definitivamente a Bilbao. Es muy probable que lo hiciese a principios de los años 20 porque conocemos el dato del fallecimiento, en esta Villa, de su mujer Jacinto Bozo, en septiembre de 1723. Contraerá segundo matrimonio con Tomasa Onzoño con la que tendrá otras dos hijas, Tomasa y Josefa, nacida la primera en Zeanuri y la segunda en Bilbao. En cualquier caso, la vinculación con Orduña fue hasta su muerte muy intensa, hasta el punto de que siempre se referían a él como vecino de la Ciudad.
Fontecha organizador
Si, como hemos visto, nuestro licenciado trabaja en el archivo municipal ordenando sus legajos, hay otras facetas de su vida que también demuestran sus dotes de organizador. Lo conocemos bien en el caso de la cofradía de San Andrés y Santa Cristina.
A fines de siglo XVII sus mayordomos, administradores de los bienes, hicieron dejación de sus obligaciones. Así lo comprobó el Visitador del Obispado en 1705 que exige den las cuentas y paguen lo que deben. No fue posible liquidar las deudas por falta de datos y fallecimiento de parte de los mayordomos. Finalmente, se necesita la intervención de Fontecha al que se otorga poder en 1708 para dar las cuentas y cobrar los alcances. Fueron varios años los que necesitó para poner orden económico en una organización, la cofradía, que no disponía de documentos ni de otras fuentes de información.
Su trabajo queda plasmado en el documento que se recoge en las primeras hojas del libro de la cofradía. El 28 de septiembre de 1713 asiste a la sesión a la par que, como alcalde de la ciudad, patrona de la cofradía, como poseedor del poder otorgado años atrás, y plasma su labor en un inventario de bienes del que se carecía y en un estado actualizado de sus cuentas. De esta forma conocemos los edificios, heredades, montes, bienes muebles o censos de los que dispone, así como las principales de sus cargas, como son luminarias, misas, limosnas. Pormenoriza con rigor, no exento de dificultad, el ajuste con varios deudores, la relación de deudores que deben dar la cuenta y el estado de un censo de 60 ducados. Consigue de esa forma actualizar las cuentas de la cofradía con unos ingresos de 19.830 maravedíes y unos gastos de 17.187, y será el documento contable necesario para regularizarlas en el futuro.
Traslado de las aduanas
Aunque los territorios vascos eligieron el bando ganador en la llamada guerra de sucesión que, como es sabido, acabó con la entronización de Felipe V, esto no supuso una verdadera garantía para el mantenimiento del régimen foral. Orduña, como tantas otras localidades vascas y no vascas, celebraba las victorias del Borbón en Almansa, Girona o Barcelona con fuegos, toros y luminarias. Pero la mentalidad centralizadora de la nueva dinastía no dejaba lugar a dudas.
El 31 de agosto de 1717 se decreta por Felipe V el traslado de las aduanas vascas a los puertos de mar. La decisión es obra del equipo económico controlado por Julio Alberoni, el abate intrigante, autentico jefe de la reina Isabel de Farnesio. La instalación efectiva de las aduanas en Bilbao, Portugalete y Bermeo no llegaría sino hasta el 18 de marzo de 1718. La medida afectaba a toda Bizkaia, pero, sin duda, si había una localidad especialmente afectada esa era Orduña.
No es de extrañar que el Ayuntamiento de la ciudad decide mostrar su disconformidad con la medida y lo hace de la manera más solemne y contundente de que dispone. Convocando un Concejo General de vecinos. Estos concejos abiertos a la totalidad del vecindario, solo se reunían en esta época con ocasión de los asuntos de mayor relevancia. En el libro de actas de 16 de agosto de 1718 aparece la decisión adoptada por la Ciudad. «De un acuerdo y voluntad nemine discrepante resolvieron habiendo entendido el tenor de la referida carta orden y comunicado con atenta reflexión y madurez largamente sobre el que no hallaban equivalente a la exención y libertad innata de este Muy Noble y Muy Leal Señorío, respecto de lo cual con la misma conformidad dieron cuan bastante poder se requiere a los señores del Gobierno Universal de este Señorío para que, por si o por medio de sus diputados en corte u otras personas de su mayor confianza y satisfacción, hagan ejecutar todas aquellas diligencias judiciales y extrajudiciales que convengan y se requieran de hacer a fin de que se conserve y mantenga dicha libertad y exención conforme a las leyes del Fuero de este Señorío, según y como hasta aquí la han gozado sus naturales y vecinos».
No podemos ver en esas palabras sino las ideas de Pedro Fontecha, presente en el concejo, firmante del acta, asesor jurídico de la Ciudad y hombre de su plena confianza. Con todo, las importantes revueltas que tuvieron lugar en Bizkaia a consecuencia de ese traslado en septiembre del mismo año, no fueron seguidas en Orduña. La sentencia de 18 de enero de 1719 contra los 174 rebeldes condenados, no parece que afectara a ningún vecino de Orduña, localidad de la que no tenemos constancia de una sublevación como las producidas en Bilbao, Abando, Begoña, Bermeo y otras localidades vizcaínas. De hecho, años más tarde, el síndico de la Ciudad en las Juntas Generales celebradas en Gernika en 1726, ante el recargo que se aprobaba para hacer frente a las responsabilidades por los daños producidos en 1718, mostró su protesta argumentando que ningún daño se había ocasionado en Orduña en los días aciagos de septiembre de aquel año.
Abastecimiento
El Regimiento municipal en el antiguo régimen, gozaba de amplias competencias que le convertían en institución básica para organizar la vida cotidiana de la comunidad. El abastecimiento era, junto a la sanidad, probablemente el principal problema al que tenía que hacer frente.
Una polémica por el control de ese servicio, y que se repite una y otra vez, es la que enfrenta al Ayuntamiento con el obligado de suministrar la carne. Alimento esencial en aquella época, el control se hacía de todo punto necesario.
En 1744 veremos intervenir en estas cuestiones a Fontecha Salazar. En enero de este año el obligado del suministro de la carne, Juan Antonio Yrabien, fallece y el abastecimiento queda suspendido. Su viuda Concepción García, heredera universal, propone continuar con el servicio, pero surge la duda de admitirla ante la falta de fianzas otorgadas por su marido. Consultado Pedro Fontecha y el licenciado Juan Oro, resuelven que se debe amparar la posesión del abasto a la viuda y otorgar con ella nueva escritura, si bien presentando fianza y ajustando las ventas y los precios a las Ordenanzas y costumbre.
Años más tarde, en 1752, elabora un informe bastante meticuloso a petición municipal. Se habían producido quejas de los vecinos por la forma de realizar el abasto de carne por parte del suministrador, Domingo de Mendibil. Fontecha en su dictamen aclara aspectos relativos a las condiciones de venta, garantías sanitarias, precios, prohibición de establecer una tasa y otras cuestiones afines.
El consumo de vino tampoco era un tema menor. No solo por ser un artículo que en esos siglos casi podemos considerar como de primera necesidad, sino también por otras connotaciones de índole económico y tributario. El Regimiento orduñés, como todos los demás, pretendía priorizar el consumo del chacolí de su propia cosecha frente a caldos foráneos. Por eso veía con malos ojos el consumo de vino que se realizaba en la venta de Mendichueta, fuera de su jurisdicción, pero casi en su linde. E incluso se plantea, en el ayuntamiento de dos de mayo de 1743, recargar el vino foráneo y tratar de evitar los perjuicios que en esa venta se producía, incluidos pendencias y muertes. Para ello se acuerda consultar a Fontecha para que «con su acertado y maduro dictamen se ejecute lo que más bien pareciere al bien común». Nuestro licenciado recomienda que sea el alcalde de la Ciudad quien tome sumaria información «así de los ruidos y quimeras que han resultado a vecinos y moradores de esta ciudad por ir a beber y jugar a la venta de Mendichueta y de algunas muertes que se han experimentado para en su vista impedir semejantes excesos».
Tomado de AZTARNA
José Ignacio Salazar