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CELTAS – ROMANOS en el Alto Nervión

CELTAS – ROMANOS en el Alto Nervión

Los celtas llegaron a Arrastaria hacia el siglo III o IV antes de nuestra era. Fueron los Nervios o Nerviones, pueblo germánico de cultura celta, los que se asentaron en tierras de Arrastaria y de Orduña. Eran conocidos como los «hombres del hierro». Según la hipótesis de F. de B. A., es posible que estos Nervios estableciesen, con el fin de buscar y explotar los yacimientos de hierro en lo que serí­an las Encartaciones, un asentamiento en Arrastaria, debajo de la Peña. Para el autor no ofrece duda que los nombres de Delika, Artomaña, Aloria y Lecamaña son nombres celtas. Llama la atención que frente a  términos y pueblos terminados en  «–aña», Artomaña y Lecamaña son los únicos, según el autor, que terminan en «-aña», sin que los confundamos con los acabados en «-gaña» («cumbre» en vasco). El valle de Arrastaria era el lugar ideal para establecer una base permanente de residencia y punto de partida de toda expedición. La vega constituirí­a el agro, el campo de cultivo de autoproducción, y la ciudad, serí­a residencia de las familias no agricultoras y la de los militares. La vega cae dentro de un anfiteatro geográfico que cubre sus espaldas con el farallón de la peña, con prácticamente una salida única por el boquete de Saracho, fácilmente defendible por sus dos flancos de Zedelika  (Cis-Délica, «Délica de la parte de acá») y de Lecamaña. Desde esta base de Arrastaria los Nervios irí­an en busca del hierro a través de nuestras tierras, haciéndose conocer por toda la cuenca del rí­o, desde su nacimiento en Nervina, en la Peña de Santiago, hasta su desembocadura, tanto que ésta recibió el nombre de puerto del rí­o «Nerva» («Nerva fluviiostia» lo llamó Claudio Ptolomeo en el siglo II). En la zona del Alto Nervión la «mansio» principal de los romanos,  allá por los primeros siglos, fue Orduña. La región cantábrica del Alto Nervión  no pudo sustraerse tampoco a la instalación de los romanos en una parte de ella, concretamente en Arrastaria, siendo su presencia reflejada en toda la zona. Dada la proyección romana en la misma, no cabe duda de la existencia de la «mansio» de Orduña. Orduña se convirtió en la ciudad donde residí­a la «plebs» urbana y rústica, es decir los pequeños propietarios, los colonos, etc,  que constituí­an la clase social de los «humiliores». Por encima de ellos estaban los «órdines», esto es, la clase dirigente civil y militar. También residirí­an en la ciudad los «ingenui» o libres, de condición peregrina, la cual no faltarí­a, como nunca ha faltado en Orduña. A esta condición pertenecí­an gentes extrañas al pueblo y al derecho romano, estando  algunos de éstos indí­genas al servicio de los romanos. En otras palabras, la población orduñesa debió estar conformada por militares, funcionarios, mercaderes, etc. El «ager» del establecimiento romano lo constituí­a el valle de Arrastaria, siendo la fuente de alimentación de la ciudad con sus cosechas de productos naturales, cereales, frutas y vino. Ruzabal, la masa boscosa de las hoy aldeas de Orduña, serí­an sin duda el complemento del «ager» de Arrastaria, o sea, el «saltus» o espacio ganadero. Por tanto, se dirigirí­a desde Orduña la explotación agrí­cola, forestal y ganadera. La presencia romana en Arrastaria está atestiguada por el importante asentamiento de Aloria, donde se han descubierto los cimientos y restos de viviendas de un poblado, siendo fechada en torno al año 50 después de C., por los arqueólogos. La primera indicación sobre su existencia fue aportada por el párroco del concejo, Teodoro Ugarte. La pista que indujo a esta persona a barruntar la existencia de este poblado fue la importante cantidad de restos arqueológicos romanos que él habí­a hallado en ese sitio, entre ellos fragmentos de terra sigillata o vajilla fina de mesa en buen estado de conservación y un molino circular. Los primeros sondeos estratigráficos comenzaron en 1989, pero fue Juanjo Cepeda quien llevó a cabo la extensión de las excavaciones en los años 1990 a 1994 y de 1996 a 1999. Los datos recogidos de las prospecciones permitieron a Cepeda establecer la cronologí­a del asentamiento: «desde el año 50 hasta el 200 hubo actividad, pero en esa fecha quedó despoblado». «En el año 350 fue ocupado de nuevo y así­ se mantuvo, con altibajos, al menos hasta mediados del s. V, y habitado en términos generales hasta la Edad Media». «Son construcciones humildes, levantadas sobre zócalos de piedras de las que arrancan las paredes, también de piedra y manteadas con tierra. Los tejados estaban cubiertos por lisas lajas de piedra, y los suelos con ladrillos o losetas». La disposición de los restos de las edificaciones apuntan a la agricultura y la ganaderí­a como medios de vida de sus habitantes. La mayorí­a de los edificios son graneros y corrales, así­ como se han hallado restos de animales domésticos como vacas, ovejas, cabras y caballos. Dentro del espacio ocupacional urbano de este asentamiento lo más notable es la instalación industrial descubierta, consistente en sencillos hornos permanentes para la reducción del mineral de hierro. Con las tortas o bloques de hierro  obtenidos fabricarí­an diversos objetos de este metal mediante forja. Una alarjea o cañerí­a proporcionaba el agua necesaria para este proceso de forja. Esta factorí­a es una de las más importantes encontradas en estas latitudes.Estos artesanos metalúrgicos, fabri ferrari, de Arrastaria fueron indudablemente los continuadores de sus predecesores celtas que se surtí­an de la materia prima en las minas de Somorrostro. Tambien trabajaron en alguna proporción el bronce, según se desprende de una pinza realizada en bronce fundido y forjada hallada en 1996, con datación de fines del s. I o comienzos del II de nuestra era.. Es una pinza de 60x6x5 mm, muy semejante a las que usan las mujeres de hoy para depilarse, que tal vez se usarí­a como instrumento quirúrgico. Procedentes de estas actividades artesanales y del comercio de ellas, son las 29 monedas que aparecieron, el pequeño «tesorillo». Están todas oxidadas y corrosionadas, pero las tres únicas monedas de plata del lote han sido reacondicionadas y restauradas. Casi todas tienen la efigie del busto laureado de un emperador. Pertenecen al monetario alto imperial, comprendido entre los años 118 a 139 d. C.. Sólo seis son del último tercio del s. I d. C. En el mismo valle de Arrastaria, en Artomaña, Félix Murga encontró en 1977, en el término de La Calzada, algo de cerámica sigillata vulgar y algunos restos de fauna. En 1980, en este mismo pueblo y por la misma persona, se descubrieron un yacimiento de la misma época romana entre el arroyo del pueblo y la bifurcación de la carretera de entrada al mismp . Los materiales hallados fueron fragmentos de cerámica a mano, sigillata vulgar, con decoraciones en los fondos y bordes, así­ como un fragmento de mandí­bula animal. En Delika, en el mismo centro del pueblo,localizó en 1981, en compañí­a de Teodoro Ugarte, lo que parecí­a haber sido un lugar de habitación, con hallazgo de cerámica sigillata. Este mismo año Murga, halló  cerámica sigillata en Zedelika, cerca del lí­mite con Saracho, a una altitud de 460 mts.. Es el lugar del monte debajo del poblado de Santa Cristina, que existió en la Edad del Hierro. También se han encontrado monedas y cerámica romanas muy cerca de estos lugares, antes descritos, en Derendano (Saracho). En 1999 al hacer unas obras en un lugar muy cercano a la ermita de Santa Maria Egipcí­aca, apareció un yacimiento con abundante material romano. Aparte de cerámica común, salieron a la luz más de 35 fragmentos de cerámica sigilata, de tierra cocida, restos de vasos, jarras y cuencos, datables a finales del s. I o comienzos del II, de nuestra era. También se encontraron abundantes escorias de hierro de la misma época, así­ como un hacha de piedra pulimentada de ofita y dos piezas de sí­lex. La terra sigillata es una cerámica de color rojizo,netamente romana, con apariencia de revestimiento de barniz, realizada a torno y cocida en horno. Su nombre viene de que muchas de estas piezas llevan el sello del alfarero, de lo que se deduce:  «cerámica sellada». La base romana de Orduña no era difí­cil de mantener militarmente. Salvo por el Norte, Arrastaria y Orduña constituyen un territorio privilegiado a efectos de defensa, protegido por altos montes, excepto por dicha zona. La fuerza militar estarí­a concentrada en Tertanga, nombre derivado, según el autor, de Tertánica, el cual evoca la posición militar de la Tercera Cohorte romana, siendo la encargada de vigilar la base romana de Orduña y Arrastaria y proteger con sus destacamentos las posiciones que se encaminaban hacia las minas de hierro o hacia el mar. Es posible que en un principio, para defenderse de un hipotético asalto de los autóctonos de la tierra, que ya habí­a sucedido en otros lugares, erigieran los romanos las murallas, al menos las primitivas, antecesoras de las que hoy se ven en los exteriores de Orduña, en el mismo sitio de otras mas rudimentarias que podí­a haber de los tiempos de los celtas. Los romanos de Orduña y Arrastaria viví­an en plena paz desde el primer siglo de nuestra era, una vez terminadas las guerras cántabras. Participaban de la tranquila situación  social resultante de «pax romana» concertada entre vascos y romanos. Aunque no fuera más, esta amistad vasco-romana era al menos una actitud de fidelidad pasiva por parte de los naturales del paí­s. Gracias a su instinto de supervivencia adoptaron el conocido principio de » do ut des», doy para que me des, cediendo para recibir, podemos hablar hoy del Pueblo Vasco. La paz se consolidó también en Arrastaria y Orduña desde mediados del s. I de nuestra era, y esta propició que fuera de nuestra zona pudieran instalarse los primeros fundos o granjas que al mismo tiempo sirvieran para abastecer a los soldados y moradores de la zona. El fundo más próximo fue el de un tal Terenciano, nombre que derivó en Derendano de conformidad con la fonética vasca. Estos pequeños fundos, como este de Saracho, estaban asistidos por siervos y quizás algunos individuos libres de la tierra que viví­an en casas de los alrededores. Cultivaban cereales y hortalizas, y tení­an siempre un molino y una dehesa. Terenciano disponí­a de un molino junto al rí­o, una dehesa en las laderas del monte Burubio, y tierras para los cereales. El molino serí­a movido por agua. Alrededor de la villa o vivienda del dueño y de los departamentos o «quintanas» de su servidumbre, se solí­a formar un cinturón de casas que constituí­an el «pagus» o aldea, que eran el «vicus» si tení­an una fila de casas con su calle. Este «pagus» parece se transformó en una aldea compleja a partir del s. IV. Esto es lo que sucedí­a en las regiones romanizadas. Si no al mismo nivel, algo de esto debió suceder también en Derendano, nuestro Saracho de hoy. Lo confirma el topónimo Ulizar, que quiere decir » poblado antiguo», y es la vega que queda al Norte de la ermita de la Egipcí­aca hasta Kalzadako, la zona por donde pasaba una calzada entre Saracho y Amurrio. Una vez configurado el «pagus «, la aldea,  con el tiempo se edificó la iglesia, muy problablemente en los primeros años de la cristianización, dedicada a una santa de veneración medieval, Santa Marí­a Egipcí­aca, la santa ermitaña egipcia del s. IV. Antes del año 1999, entre la ermita y el arroyo de Karduras, antiguo Kardulatz, se habí­an encontrado vestigios romanos de cerámica. El nombre de Derendano perduró hasta el s. XVII. Es en 1626 cuando figura por primera vez el de Saracho en el libro de bautizados de la nueva iglesia de San Nicolás, aunque como apellido aparece en Orduña en fecha anterior. Derendano se mantiene como nombre del  barrio contiguo a la ermita mencionada. Podemos admitir la romanización de Arrastaria y Orduña, precedida de una dominación celta. Incluso las aldeas del «saltus» de Orduña, permanecieron í­ntegramente esukaldunes, siendo su toponimia euskérica amplia y profunda. La estación romana de Arrastaria y Orduña conoció sus mejores momentos entre mediados del s. I  hasta parte del s. III o algo más. La lengua vasca y la latina de Orduña se mantuvieron como adstratos, como lenguas en contacto, pero no llegaron a mezclarse. La via del rí­o Nerva uní­a más bien la colonia de Arrastaria- Orduña con el puerto de Flaviobriga, más o menos el Bilbao de hoy. Las relaciones entre las cohortes del valle de Quartango y las de Orduña o Tertanga siguiendo el camino que pasaba por Izarra, Uzquiano, Oyardo y bajar al valle por Aloria desde el monte de San Pedro Beraza. De la ví­a principal romana que pasaba por Osma, un ramal se apartaba de la ví­a principal para llegar por Berberana a la Peña de Orduña, a donde se accedí­a por muy mal camino, ladeando sus pendientes por encima de Paul hasta Delika[1].

[1] » El Valle de Ayala «,tomo- I. Federico de Barrenengoa.

1 comentario

  1. César Ruiz

    Pensar que en 2oo años de convivencia dos lenguas y dos etnias se mantienen completamente desconectadas, sin influencias ni mestizajes , es rizar el rizo de la cerrilidad.

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