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ARRASTARIA (Autrigones, celtas, romanos)

ARRASTARIA (Autrigones, celtas, romanos)

Lo que hoy en día conforman las tierras orduñesas, antiguamente estaban ocupadas por gentes pertenecientes a las tribus “autrigonas”. Pueblo habitador de montañas, fiel y devoto de sus riscos como la tórtola de su nido, eran los autrigones, en expresión de Andrés de Poza. La Autrigonia abarcaba bastante territorio de Castilla (Valle de Mena, Sedano, Frías, Pancorbo, Briviesca, etc…), Orduña y el territorio izquierdo del Nerva (Nervión) hasta Portugalete. En Álava los de la hermandad de Arceniega, Llodio, la cuadrilla de Ayala, etc… pertenecían también a los autrigones los lugares de Delika, Artómaña, Aloria, Tertanga y otros, según buenos autores.

Los celtas llegaron a Arrastaria hacia el siglo III o IV antes de nuestra era.  Fueron los Nervios o Nerviones, pueblo germánico de cultura celta, los que se asentaron en tierras del valle de  Arrastaria y de Orduña.

Eran conocidos como los “hombres del hierro“. Según la hipótesis de Federico de Barrenengoa, es posible que estos Nervios se estableciesen, con el fin de buscar y explotar los yacimientos de hierro en lo que serían las Encartaciones, un asentamiento en Arrastaria, debajo de la Peña. Para el autor no ofrece duda que los nombres de Delika, Artomaña, Aloria y Lecamaña son nombres celtas. El mismo autor diferencia los terminados en -aña (Artomaña y Lecamaña) de los que finalizan en -gaña (“cumbre” en euskera).

El valle de Arrastaria era el lugar ideal para establecer una base permanente de residencia y punto de partida de toda expedición. La vega constituiría el agro, el campo de cultivo de auto-producción, y la ciudad, sería residencia de las familias no agricultoras y la de los militares. La vega cae dentro de un anfiteatro geográfico que cubre sus espaldas con el farallón de la peña, con prácticamente una salida única por el boquete de Saracho, fácilmente defendible por sus dos flancos de Zedelika  (Cis-Délica, ”Délica de la parte de acá “ ) y de Lecamaña.

Desde esta base de Arrastaria los Nervios irían en busca del hierro a través de nuestras tierras, haciéndose conocer por toda la cuenca del río, desde su nacimiento en Nervina, en la Peña de Santiago, hasta su desembocadura, tanto que ésta recibió el nombre de puerto del río “Nerva” (“Nerva fluviiostia” lo llamó Claudio Ptolomeo en el siglo II).

En la zona del Alto Nervión la “mansio” principal de los romanos, allá por los primeros siglos, fue Orduña. La región cantábrica del Alto Nervión no pudo sustraerse tampoco a la instalación de los romanos en una parte de ella, concretamente en Arrastaria, siendo su presencia reflejada en toda la zona. Dada la proyección romana en la misma, no cabe duda de la existencia de la “mansio” de Orduña.

Orduña se convirtió en la ciudad donde residía la “plebs” urbana y rústica, es decir los pequeños propietarios, los colonos, etc, que constituían la clase social de los “humiliores”. Por encima de ellos estaban los “órdines”, esto es, la clase dirigente civil y militar. También residirían en la ciudad los “ingenui” o libres, de condición peregrina, la cual no faltaría, como nunca ha faltado en Orduña. A esta condición pertenecían gentes extrañas al pueblo y al derecho romano, estando algunos de éstos indígenas al servicio de los romanos. En otras palabras, la población orduñesa debió estar conformada por militares, funcionarios, mercaderes, etc.

El “ager” del establecimiento romano lo constituía el valle de Arrastaria, siendo la fuente de alimentación de la ciudad con sus cosechas de productos naturales, cereales, frutas y vino.

Ruzabal, la masa boscosa de las hoy aldeas de Orduña, serían sin duda el complemento del “ager” de Arrastaria, o sea, el “saltus” o espacio ganadero. Por tanto, se dirigiría desde Orduña la explotación agrícola, forestal y ganadera.

La presencia romana en Arrastaria está atestiguada por el importante asentamiento de Aloria, donde se han descubierto los cimientos y restos de viviendas de un poblado, siendo fechada en torno al año 50 después de C., por los arqueólogos.

La primera indicación sobre su existencia fue aportada por el párroco del concejo, Teodoro Ugarte. La pista que indujo a esta persona a barruntar la existencia de este poblado fue la importante cantidad de restos arqueológicos romanos que él había hallado en ese sitio, entre ellos fragmentos de terra sigillata o vajilla fina de mesa en buen estado de conservación y un molino circular. Los primeros sondeos estratigráficos comenzaron en 1989, pero fue Juanjo Cepeda quien llevó a cabo la extensión de las excavaciones en los años 1990 a 1994 y de 1996 a 1999.

Los datos recogidos de las prospecciones permitieron a Cepeda establecer la cronología del asentamiento: “desde el año 50 hasta el 200 hubo actividad, pero en esa fecha quedó despoblado”.  “En el año 350 fue ocupado de nuevo y así se mantuvo, con altibajos, al menos hasta mediados del siglo V, y habitado en términos generales hasta la Edad Media”.

“Son construcciones humildes, levantadas sobre zócalos de piedras de las que arrancan las paredes, también de piedra y manteadas con tierra.  Los tejados estaban cubiertos por lisas lajas de piedra, y los suelos con ladrillos o losetas”.

La disposición de los restos de las edificaciones apunta a la agricultura y la ganadería como medios de vida de sus habitantes. La mayoría de los edificios son graneros y corrales, así como se han hallado restos de animales domésticos como vacas, ovejas, cabras y caballos.

Dentro del espacio ocupacional urbano de este asentamiento lo más notable es la instalación industrial descubierta, consistente en sencillos hornos permanentes para la reducción del mineral de hierro. Con las tortas o bloques de hierro  obtenidos fabricarían diversos objetos de este metal mediante forja.  Una alarjea o cañería proporcionaba el agua necesaria para este proceso de forja. Esta factoría es una de las más importantes encontradas en estas latitudes.

Estos artesanos metalúrgicos, fabri ferrari, de Arrastaria fueron indudablemente los continuadores de sus predecesores celtas que se surtían de la materia prima en las minas de Somorrostro.

También trabajaron en alguna proporción el bronce, según se desprende de una pinza realizada en bronce fundido y forjada hallada en 1996, con datación de fines del siglo I o comienzos del II de nuestra era. Es una pinza de 60x6x5 mm, muy semejante a las que usan las mujeres de hoy para depilarse, que tal vez se usaría como instrumento quirúrgico.

Procedentes de estas actividades artesanales y del comercio de ellas, son las 29 monedas que aparecieron, el pequeño “tesorillo”. Están todas oxidadas y corroídas, pero las tres únicas monedas de plata del lote han sido rea-condicionadas y restauradas. Casi todas tienen la efigie del busto laureado de un emperador. Pertenecen al monetario alto imperial, comprendido entre los años 118 a 139 d. C.. Sólo seis son del último tercio del siglo I d. C.

En el mismo valle de Arrastaria, en Artomaña, Félix Murga encontró en 1977, en el término de La Calzada, algo de cerámica sigillata vulgar y algunos restos de fauna.  En 1980, en este mismo pueblo y por la misma persona, se descubrieron un yacimiento de la misma época romana entre el arroyo del pueblo y la bifurcación de la carretera de entrada al mismo. Los materiales hallados fueron fragmentos de cerámica a mano, sigillata vulgar, con decoraciones en los fondos y bordes, así como un fragmento de mandíbula animal.

En Delika, en el mismo centro del pueblo, localizó en 1981, en compañía de Teodoro Ugarte, lo que parecía haber sido un lugar de habitación, con hallazgo de cerámica sigillata. Este mismo año Murga, halló cerámica sigillata en Zedelika, cerca del límite con Saracho, a una altitud de 460 mts.. Es el lugar del monte debajo del poblado de Santa Cristina, que existió en la Edad del Hierro.

También se han encontrado monedas y cerámica romanas muy cerca de estos lugares, antes descritos, en Derendano (Saracho). En 1999 al hacer unas obras en un lugar muy cercano a la ermita de Santa Maria Egipcíaca, apareció un yacimiento con abundante material romano. Aparte de cerámica común, salieron a la luz más de 35 fragmentos de cerámica sigilata, de tierra cocida, restos de vasos, jarras y cuencos, datables a finales del siglo I o comienzos del II, de nuestra era. También se encontraron abundantes escorias de hierro de la misma época, así como un hacha de piedra pulimentada de ofita y dos piezas de sílex. (2)

La terra sigillata es una cerámica de color rojizo, netamente romana, con apariencia de revestimiento de barniz, realizada a torno y cocida en horno. Su nombre viene de que muchas de estas piezas llevan el sello del alfarero, de lo que se deduce: “cerámica sellada”. (2)

La base romana de Orduña no era difícil de mantener militarmente. Salvo por el Norte, Arrastaria y Orduña constituyen un territorio privilegiado a efectos de defensa, protegido por altos montes, excepto por dicha zona.

La fuerza militar estaría concentrada en Tertanga, nombre derivado, según el autor, de Tertánica, el cual evoca la posición militar de la Tercera Cohorte romana, siendo la encargada de vigilar la base romana de Orduña y Arrastaria y proteger con sus destacamentos las posiciones que se encaminaban hacia las minas de hierro o hacia el mar.

Es posible que, en un principio, para defenderse de un hipotético asalto de los autóctonos de la tierra, que ya había sucedido en otros lugares, erigieran los romanos las murallas, al menos las primitivas, antecesoras de las que hoy se ven en los exteriores de Orduña, en el mismo sitio de otras más rudimentarias que podía haber de los tiempos de los celtas.

Los romanos de Orduña y Arrastaria vivían en plena paz desde el primer siglo de nuestra era, una vez terminadas las guerras cántabras. Participaban de la tranquila situación social resultante de “pax romana” concertada entre vascos y romanos. Aunque no fuera más, esta amistad vasco-romana era al menos una actitud de fidelidad pasiva por parte de los naturales del país. Gracias a su instinto de supervivencia adoptaron el conocido principio de “do ut des”, doy para que me des, cediendo para recibir, podemos hablar hoy del Pueblo Vasco.

La paz se consolidó también en Arrastaria y Orduña desde mediados del siglo I de nuestra era, y esta propició que fuera de nuestra zona pudieran instalarse los primeros fundos o granjas que al mismo tiempo sirvieran para abastecer a los soldados y moradores de la zona.

Podemos admitir la romanización de Arrastaria y Orduña, precedida de una dominación celta. Incluso las aldeas del “saltus” de Orduña, permanecieron íntegramente esukaldunes, siendo su toponimia euskérica amplia y profunda.

La estación romana de Arrastaria y Orduña conoció sus mejores momentos entre mediados del siglo I  hasta parte del siglo III o algo más.

La lengua vasca y la latina de Orduña se mantuvieron como lenguas en contacto pero no llegaron a mezclarse. La vía del río Nerva unía más bien la colonia de Arrastaria- Orduña con el puerto de Flaviobriga, más o menos el Bilbao de hoy. Las relaciones entre las cohortes del valle de Quartango y las de Orduña o Tertanga siguiendo el camino que pasaba por Izarra, Uzquiano, Oyardo y bajar al valle por Aloria desde el monte de San Pedro Beraza.

De la vía principal romana que pasaba por Osma, un ramal se apartaba de la vía principal para llegar por Berberana a la Peña de Orduña, a donde se accedía por muy mal camino, ladeando sus pendientes por encima de Paúl hasta Delika.

Asimismo, reflejan un origen numeral romano el nombre de “Tertanga”. “Tertiani” eran los soldados de la legión III, por lo que Tertanga derivaría de “Tertianica”. También son de origen romano los topónimos de “Ripa” y muy posiblemente el de “Derendano” (Saracho).

 

 

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