Acerca de la obra lingüística y filológica: «De la antigua lengua, poblaciones y comarcas de las Españas» (1857)
Recordemos que Poza la terminó ya a mediados de 1584 aun cuando no fuera publicada hasta 1587, por lo cual podría tratarse de la primera obra escrita, no publicada, del Licenciado orduñés, y por la que todavía hoy merece ser estudiado.
Ha tenido esta obra diversas ediciones, al menos las de Bilbao, 1587; Bilbao, 1901; Madrid, 1959 y la reedición fotográfica de la edición príncipe –de la cual existe un ejemplar en la Biblioteca de la Diputación Foral de Vizcaya– la cual fue presentada por Euskaltzaindia en Orduña, en Setiembre de 1987.
La obra, considerada por algunos como «oscura, rara», para otros de «la mejor filología de su tiempo» –. La obra consta, podríamos decir, de tres partes.
La primera consta de 17 capítulos, en general breves, en que narra el autor la sucesión de lenguas en la Península Ibérica, «demostrándose» que la lengua vasca fue la primera y universal de toda ella, tras el Hebreo.
La «segunda» parte la constituye una especie de «resumen» en latín -folios 59 r a 70 r– el cual no es una simple traducción resumida del texto castellano de la primera parte; a veces lo completa, y otras veces expresa con mayor precisión lo que antes ya nos lo había dicho; quizás el de resumir en latín le hizo mejorar el texto castellano, que suponemos el original.
Una «tercera» y última parte –que abarca 36 folios–, titulad «DE LAS ANTIGUAS POBLACIONES DE LAS ESPAí‘AS Y DE LOS NOMBRES Y EL SITIO QUE AL PRESENTE LES CORRESPONDEN.
En ésta, por orden alfabético, nos va describiendo Andrés de Poza las poblaciones importantes de las Españas, el significado de sus nombres -no siempre vascos- parte que como ya escribió Antonio Tovar, constituye «Un diccionario toponímico con etimologías vascas, que podemos contar, como ya señaló Unamuno (1902, 578) como primer antecedente de Humboldt».
En otro lugar hemos escrito que la obra de Poza en absoluto puede ser considerada como esa «primera gramática Vasca» que mencionan tanto Robins como Arens en sus respectivas Historias de la Lingí¼ística. Como entonces dijimos, esa primera, si no «Gramática», si «presentación del vascuence en Europa», sería el Parergon de Vulcanius, de 1597, sobre el que Oroz Arizcuren ha publicado diversos artículos, allí indicados.
Cuando Andrés de Poza escribe su obra, la hace preceder de una: «Carta de Presentación a Don Diego de Avendaño y Gamboa.», en la que el autor nos indica el propósito de su libro: «se trata de ilustrar y bandear nuestra lengua vascongada’ Y al final de la misma, dice: «No faltarán algunos poco devotos de esta lengua que andarán al pelo con este libro».
A continuación presenta también el autor un: «Prólogo al lector», en el que califica su obra de: «.. honesto entretenimiento… (…)…fruta de sobremesa…’ Y sin excesivo apasionamiento, continúa: «Aquí…(…)…todo es variedad de apuntamientos, para que los que sean curiosos topen con muchas ocasiones de sacar las flechas de su aljaba».
Ambos textos, retórica a parte, muestran quizá no sólo el desapasionamiento o «sinceridad» que han alabado Echegaray o Rodríguez Herrero en sus ediciones respectivas, sino la clara consciencia del futuro autor de: AD PRAGMATICAS SIVE DE NOBILITATE…, de que su obra iba a ser criticada, discutida.
Ello nos hace suponer la existencia en la época de un clima de polémica en cuanto a temas vascos, quizás en particular contra la lengua vasca; recordemos, al año siguiente publicará el Fiscal de Valladolid su DE NOBILITATE… en especial: «Poza escritor: de 1583 a 1589».
2.- Análisis de los capítulos I al IV
La mayoría de los estudiosos han destacado que este libro es la primera apología del Euskara, el primer libro escrito todo él –salvo quizás los cinco últimos capítulos de la primera parte– acerca de nuestra lengua, y cuyo primer objetivo es demostrar el carácter primero y general de la lengua vascongada en España.
Bastantes de los estudiosos han destacado también, aunque no todos que nuestro apologista se va a basar en su trabajo principalmente en la TOPONIMIA, precediendo en ello a Baltasar de Echave, y continuando el método que ya había iniciado el mondragonés Esteban de Garibay.
El título del cap. I nos indica ya con claridad cuáles son los fines del trabajo: «En que se muestra por ejemplo como los nombres de las poblaciones manifiestan la nación y nombre de los primeros fundadores de ellas» (fol. I 1 )
Nuestro apologista, conocedor de las afirmaciones de los autores clásicos acerca de la diversidad lingí¼ística de Hispania, y teniendo sobre todo presente el uso que de las mismas hacían Morales y otros en contra de la pretendida antigí¼edad y generalidad del Vascuence en la Península Ibérica, va a resolver esta aparente contradicción en términos muy parecidos a los de Garibay a quien citará además al final capítulo, pues nos dice: «que en tiempos de los emperadores romanos ya habían entrado en estos reinos gran diversidad de naciones diferentes que con su frecuencia y muchedumbre, habían metido su lengua y sus ritos y ceremonias por el reino, hasta la provincia de Cantabria exclusive, porque a esta nunca penetraron ni la sojuzgaron ni griegos ni cartaginenses».
La relación del mito cantabrista de la «Cantabria invicta» con la conservación de la «antigua lengua española» en nuestro país nos aparece, de nuevo, en este texto de modo evidente.
En conclusión, los Cántabros o Vascongados conservan el hábito, calzado y lengua de los primeros españoles, no mudados, porque no conquistados por los diversos pueblos que vinieron a España después de Tubal y antes de los Romanos.
Y como prueba de ello tendremos los TOPONIMOS, pues dice Poza a continuación –con fórmula que podría merecer el título de «principio toponímico»: «que los nombres de las villas y provincias y comarcas son de las cosas que si no es con mucha nouedad y ocasion, nunca o muy tarde se mudan.
Comienzan así, ya en este primer capítulo, algunas de las etimologías pre-vascoiberistas: «Iturií§a»= lugar de muchas fuentes (f. 2 v.); «Zí§auria»= lugar de descalabro, golpe o herida. (Ibidem), etc.
De estos vocablos dirá poco después: «Hacen significación y concepto muy llano». (f. 3 r).
Característica «naturalística» de los nombres, que luego será desarrollada en las etimologías «profundas y misteriosas» del capítulo XII.
Poco después nos copia el autor la cita tan repetida de Pomponio Mela acerca de la dificultad de los nombres cántabros: «Et alia quaedam nomina, que (sic) ore nostro concipi nequeunt» (f. 3 r.).
Poza, identificando Cántabros y Vascos, tratará incluso de justificarla, pues continúa: «En lo cual dijo muy gran verdad, porque a los que no son vascongados se les hace muy difícil la pronunciación y escritura del vascuence…» (Ibidem).
Otra de las etimologías de este primer capítulo será la de: «Asturias», de «astu», con la «a larga» –este dato nos lo repetirá el Licenciado en algunas otras etimologías– y de «-uria», villa o pueblo, luego «comarca de villas olvidadas». (v.f. 3 v).
Luis Michelena retuvo este dato de la «a larga» en su FONETICA TORICA VASCA, como prueba del mayor mantenimiento de las vocales I, u gas en vizcaíno antiguo127.
Topónimos hispánicos no vascos
A diferencia, por ejemplo, de Echave, el Licenciado Poza no fuerzo las cosas hasta vasquizarlo todo; encontrará topónimos hebreos: «Toledo», «africanos»: «Zamora», griegos: «Salamanca o Elmantica», latinos: «Mérida» éste ciertamente latino– huellas en los diversos pueblos que invadieron la Península, o mejor de sus lenguas, luego sepultadas por el latín, salvo lo vascongada.
El Topónimo «Cantabria», en que «-briga» significa: «…abrigo, refugio, o reparo de los que viuen en la aspereza de los riscos, cantos y sierras desta provincia…» (f. 4 r).
le da ocasión de recoger el tópico de la rudeza e inaccesibilidad de las montañas vascas, razón de la conservación de su libertad y por tanto de su lengua, en línea también con lo dicho por Garibay.
«Flaviobrigia» (¿Bermeo?) será también prueba del carácter primero de la lengua vascongada, pues al fundarla Flavio Vespasiano, le pospuso el elemento «briga»: «conformando su nombre de Flavio con la habla de la región en que llamaban brigas a los pueblos».
Termina Poza este primer capítulo –denso en verdad– enumerando a los partidarios de que la lengua vascongada era la «materna española»: Anton Beuter, Maríneo Sículo, Mario Arecio y el maestro Garibay, en su «Compendio Historial» –y es de notar el tratamiento y cita de la obra del mondragonés– no omitiendo por otra parte a los autores contrarios a esta idea: Florián de Ocampo y Ambrosio de Morales. «De cuál pudo ser la primer lengua de las Españas».
Resumiendo: este primer capítulo nos ha indicado de modo claro el fin, método y características de la obra lingí¼ística de Poza: la primera apología de la lengua vasca.
El autor va a abundar –en el capítulo II– en su intento de «satisfazer» a los que no creían que la lengua vascongada hubiera sido la primera y general de España.
Afirma en él que las varias lenguas que en Hispania se hablaban a la llegada de los romanos eran venidas más tarde, cuando la lengua vascongada era y general –lo que ya nos había señalado en el capítulo I, siguiendo a Garibay–: «… antes que las naciones ya dichas occuparon a estos reynos’: (f. 5 v.). Y suprimieran en gran parte de ellos: «La lengua materna que en sólo lo vascongado se ha conservado, digo casi del todo, porque hoy dia en el nuestro Romance tenemos muchos vocablos Vascongados, que el vulgo piensa que no lo son como se vera abaxo en su lugar». (f. 5vy6r).
Y apunta aquí nuestro autor una idea que creemos llegará al absurdo en el P. Larramendi, que pretenderá derivar el léxico castellano del vasco –si bien de modo burlesco, al parecer–, y en M. Griera que creerá poder derivar del léxico latino el de nuestra modesta lengua.
Argumenta luego nuestro Licenciado Poza de forma por lo menos curiosa, pues la primacía de la lengua vascongada –a la que llamará «Vizcaino (f. 7 r)– la deducirá de que los Españoles anteriores a la venida de los griegos no podían ser «mudos y sin lengua» (f. 6 r). Con esta idea inicio el autor su resumen en latín: «Quia non est verosimile Hispanos ante Romanum, Carthaginensium, atque Graecorum dominationem, fuisse elingues». (f. 59 r).
Y naturalmente encontrará confirmación de ello en los TOPí“NIMOS Y ANTROPONIMOS, pues continúa: «Nempe nomina regum, montium, vrbium, arcium, populorum suas adhn, ante illam ab illa & ad nostram usq; aetatem in vulgari Cantabrico retittcttl etymos». (Ibidem).
Nos ofrece en este momento el de Orduña otro nombre para la leri~ii i i vascongada: «vulgari Cantabrico».
El afán apologista de Poza no era, con todo, totalmente desprovisto de medida; no serán vascongados, excepcionalmente, los nombres de siete reyes, como tampoco los de los pueblos que no intervinieron en la torre de Babel, los cuales conservaron su «Hebraicum maternum», al no recibir el tigo de la confusión de lenguas. (v. f. 60) .
Volviendo al capítulo II, Poza parece aceptar la ausencia de topónimos vascongados en la Bética y Sur de Lusitania, donde la presencia de elementos «egipcios y africanos» parecía dominante. Creemos que en esta limitación que Poza acepta resignado, asoman ecos no sólo de la larga presencia del árabe en dichas regiones, sino incluso de las lenguas prerrománicas: la ibérica y la de las inscripciones del Algarbe, al sur de Portugal, y Andalucía occidental.
Poza y la lengua hebrea
El mito de la primacía universal del hebreo era, al parecer, un verdadero dogma en el siglo XVI, dogma que no refutará sino en el siglo XVII, Leibnitz.
Andrés de Poza no podía ser ajeno al mismo, y en el cap. III, se esforzará en mostrarnos los rastros de la lengua hebrea: «…en los nombres de las más señaladas provincias del mundo» (v. título del cap. III, f. 7 r).
Nos ofrece así una lista de fantásticas etimologías hebreas –restos prebabélicos–: Italia, Creta, Galia, Egipto, etc..
Eugenio Coseriu matizó este punto en Orduña», calificando el hebraismo de Poza de moderado: el hebreo era la primera lengua y más antigua, pero Poza no derivará todas las lenguas europeas de ella –en su clasificación del capítulo V– sino de las surgidas tras la confusión de Babel. Es decir, Poza parece conciliar prudentemente dogma hebraísta y conocimientos en Lingí¼ística Histórica, pues hace derivar las lenguas ománicas del latín, sin remontar al Hebreo..
En el Capítulo IV nuestro apologista continuará, para España su lista de hebraismos, añadiendo nombres mixtos de lengua hebrea y vascongada: – Taragona(sic), Badalona, etc., en que elemento «-ona», vascongado según él, será frecuente: «en otras poblaciones antiguas de estos reynos’ (f. 10 r).
Queremos señalar, por otra parte, que de tales nombre hebreos –de los no mixtos, al menos– alaba el Ldo. Poza su «adecuación», fruto de la secreta filosofía de Adán, idea también –como la del castigo de Babel–proveniente de la tradición lingí¼ística bíblica, y que parece preludiar el carácter «naturalista y filosófico» de los nombres vascos, de que nos hablará en el cap. XII.
Es también en este capítulo IV cuando Poza menciona varias lenguas semíticas, terreno en el que según Luis Michelena no andaba muy seguro el de Orduña. Afirma Poza: «pues como los Hebreos, Caldeos y Sirios usasen casi de una misma lengua, no escreuían en otros tiempos las vocales a, e, i, o, u, sino tan solamente las consonantes.». (f. 12 r).
Tratando de suavizar la crítica de quien fue catedrático de Lingí¼ística Indoeuropea en la Universidad de Salamanca, indicaremos que si bien las lenguas originarias de los pueblos citados eran distintas, eran todas ellas del grupo Camito-semítico; es verdad por otra parte que en el árabe clásico no se escribían las vocales, y que esta lengua sería dominante en aquí líos países ya en el siglo de Poza.
Pero, quizás, lo que Poza está sugiriéndonos en estos momentos es una interpretación «cabalística» de tales nombres, en preparación de la que luego nos ofrecerá en el capítulo XII del nombre vasco de Dios: «Jeaun»‘
Tal vez este capítulo, y la anterior mención de los topónimos mixtos: hebreo-vascos estén en el origen de la afirmación errónea de G. Mounin arriba comentada. Por otra parte, parece que el origen caldeo –¿oriental? de la lengua vasca, era una idea viva en el s. XVI, muy relacionada con la ría del Hebreo, primera lengua, y de la dispersión babélica.
La encontramos reflejada en una: GRAMATICA DE LA LENGUA VULGAR EN ESPAí‘A (1559), en la que podemos leer lo siguiente: «Quatro son, i mui diferentes entre sí, los lenguajes en que hoi se habla en toda España. Al primer lenguaje llaman Vazquense, que es la lengua de Viscaia, de la Provincia, i de Nauarra; tiene su origen esta lengua, i reconose por madre a la lengua caldea, segun dicen los dotos que la entienden…».
Y el texto afirma a continuación su mayor antigí¼edad «entre todas las otras».
En conclusión, Andrés de Poza nos ha presentado en este capítulo IV de su obra los nombres hebreos que quedan en España, anteriores a la venida de la primera lengua postabélica –la vascongada–.
En el texto latino nos asegura, no sin cierta hipérbole, la abundancia de los mismos, pues asegura: «In summa sim infinitus si antiquiora omnia apud nos Hebraicae linguae vocabula recensuero». (f. 60 r).
El corte histórico que según la tradición supuso la confusión de Babel, permite al Licenciado asegurar la antigí¼edad y universalidad del vascuence en todas las Españas, respetando a la vez el dogma de la primacía del Hebreo.
Tomado de Mundaiz